Asalto al planeta Vegeta.
La aparición de un dios en mitad de la guerra.
Artíkone descendió ante una muchedumbre enfervorecida. Tiró a Goku al suelo y se acercó con cautela al grupo de saiyans que hacían un círculo alrededor del rey y sus más allegados. Pero no tuvo que avanzar mucho para ver que producía aquella exaltación en los soldados.
Artíkone se abrió paso entre ellos y miró directamente al príncipe Vegeta, quién miraba con ojos desorbitados al malherido cuerpo que yacía bajo sus pies mientras los soldados vitoreaban su regreso.
-Me alegro que haya decidido unirse a nosotros, mi príncipe –dijo la general mientras miraba de reojo al pequeño y viejo hombre sapo que se escondía tras el rey.
-Al fin vuelvo a ser yo mismo. ¡Vuelvo a sentirme un saiya! –gritó Vegeta al cielo de Namek.
Artíkone sonrió, más con lástima que con alegría, y miró a su rey. Ella no estaba de acuerdo con aquella forma de reclutar a su príncipe. Aquella manipulación mental era más un lavado de cerebro que una regresión a sus orígenes. Pero no sería ella quien se lo dijese a su rey.
-Me alegro de tu vuelta, general Artíkone –le habló el rey Vegeta-. Veo que has conseguido acabar con Goku, y eso es un triunfo tanto para tu División como para el ejército entero. Has demostrado que la División de Defensa es tan importante y capaz como las otras dos.
-Artíkone –le llamó Zorn-, me alegro de tu triunfo. Felicidades –admitió con algo de vergüenza-. Pero no vuelvas a irte así, por favor. Eres una general del ejército y tengo que respetar tus decisiones, por alocadas que sean. Pero eso no quita que no me preocupe por ti. Para otra vez, deja que yo me enfrente a un enemigo como Kakarot. Soy el más fuerte de los tres y me corresponde esa responsabilidad.
-Lo entiendo –admitió la saiya-. Pero no debes preocuparte por mí. Sé cuidar de mi misma.
-Y hablando de eso –intervino Turles-, dinos, ¿cómo demonios has derrotado a Goku? –preguntó de manera hiriente-. No solo es el más fuerte y capaz de nuestros enemigos, sino que además es muchísimo más poderoso que tú. Incluso diría que, por ahora, es más fuerte que cualquiera de nosotros. No entiendo cómo has conseguido acabar con él.
-Es cierto, Artíkone –el rey Vegeta se puso frente a ella-. Incluso notamos como una enorme fuerza estallaba en uno de vosotros mientras luchabais. La fuerza de un estado superior de un saiya. ¿Cómo lograste reducirle si se transformó?
Artíkone miró a su rey y notó como un sudor frío le recorría la espalda. Tragó saliva y manteniendo una actitud desprovista de emoción alguna, habló:
-Le vencí porque soy más inteligente que él. La fuerza no tuvo nada que ver.
-¿Qué quieres decir? –demandó saber Zorn.
-Que me subestimó. Y cuando se dio cuanta de su error e intentó transformarse para desequilibrar la balanza, no le dejé y le di el golpe de gracia.
Y mientras que Zorn y Turles la miraban de una manera un tanto incrédula, el rey Vegeta estalló en carcajadas.
-¡Esa es mi general! –aplaudió con entusiasmo-. ¡Que nadie se atreva a subestimar a un saiya! Bien, en cuanto llegue Slug, quiero que empecéis a dar difundir la noticia de que Goku, el salvador del universo, ha caído. Quizás así los namekianos entren en el juego.
-A sus órdenes –respondieron todos los presentes al unísono.
-Zorn, quiero que envíes de inmediato una manada que conquiste la Tierra. Empezaremos el plan de absorción preike de ese planeta en cuanto este listo.
-A sus órdenes, majestad –le dijo el general mientras le rendía pleitesía-. Bardock y su manada me pidieron dicho encargo. Tenía ganas de ver cómo era el planeta en el que se había criado su hijo y descubrir por qué ha llegado a ser tan poderoso.
-Perfecto, que su manada se encargue de la conquista –asintió el rey-. Pero adviértele que antes de iniciar la extracción, un grupo de exploración y defensa viajará hasta allí para descubrir hasta el último secreto que esconde ese pequeño planeta. Así que no arrase demasiado.
-Como usted desee –contestó el general Zorn.
-Y tú, Artíkone -continuó el rey-, reúne a tus efectivos y llévate a Babidi y a otros guerreros fantasmas que necesites y comienza a investigar la forma de que todos mis soldados puedan convertirse en super saiyans. El chico del futuro, ese que dicen que es mi nieto, ha dicho que en el mundo que él conoce, poseo un ejército de super saiyans. Hagamos que ese sueño se haga realidad.
-Como desee, mi señor. Sin embargo, preferiría investigar solo con la ayuda de mis hombres. No quiero nadie ajeno a nuestra raza a mi alrededor –sentenció la general mientras miraba a Babidi de manera despectiva.
El rey frunció el ceño y calló durante unos segundos. –Está bien. La División de Defensa siempre ha dado buenos resultados con tus métodos. Que siga así. Sin embargo, creo que has dado con un asunto clave. Debemos encuadrar a los guerreros fantasmas en una parte de nuestro ejército. Separarlos de nuestra especie y darles un sitio y una misión. Y acabo de tener una idea formidable para ello.
Y sin decir más, el rey cogió del hombro a su hijo y se fue hacia el interior de la nave con una sonrisa diabólica iluminando su rostro.
Y Artíkone, Turles y Zorn se miraron intrigados y, en el fondo, temerosos de que podría haber pensado su rey.
Mientras tanto, siguiendo las coordenadas dadas por Vegeta, Gohan y Videl no tardaron en alcanzar el planeta Vegeta. Y cuando la pareja de héroes lo vio desde el interior de la nave, una idea común cruzó su mente: ¿cómo un planeta de apariencia tan bonita y apacible podía ser el refugio de unos seres tan bárbaros?
La nave entró en la atmosfera del planeta y los dos guerreros se sentaron cuando todo empezó a temblar por las turbulencias. Mediante descendían, los dos podían ver cada vez con más claridad el paisaje que encerraba aquel hermoso planeta rojo. Y la pareja quedó fascinada.
Todo era árido, cubierto por una espesa neblina rojiza. Hasta donde alcanzaba la vista, todo el lugar estaba lleno de construcciones ovaladas y campos de entrenamiento, salpicado por las gigantescas bases y naves que había entre ellos. Sin embargo, había un edificio que resaltaba entre todos ellos: un enorme palacio que se divisaba no muy lejos de allí.
Cuando su nave aterrizó, Gohan y Videl salieron y miraron con miedo a su alrededor.
-Debemos andarnos con cuidado y evitar ser descubiertos –advirtió la chica-. Estamos en territorio enemigo y no sabemos que fuerza tienen nuestros rivales.
-Tienes razón. Desaparezcamos de aquí cuanto antes.
Pero justo después de que Gohan hablase, un pequeño temblor dio lugar en el planeta. Y poco a poco, esa vibración intermitente se fue haciendo más grande.
La pareja se miró extrañada y, de repente, fue cubierta por una enorme sombra que se proyectaba desde sus espaldas. Y entonces lo vieron.
Cinco gigantescos Oozarus vestidos con armaduras les miraban sonrientes y con actitud encendida. Uno de ellos, el que llevaba menos protección, dio un paso al frente, les señaló con su dedo índice y rugió tan fuerte que hizo temblar de nuevo al planeta.
-Creo que es tarde para escondernos, Videl –dijo Gohan, quien miraba fijamente a los Oozarus, temeroso de que fuesen por su novia.
Como él pensaba, el mero aterrizaje en el planeta ya debió hacer saltar todas las alarmas. No había cabida para el sigilo o la diplomacia.
Así que, sin darles oportunidad a atacar primero, Gohan saltó a por los cinco monos gigantes.
El primero de ellos ni tan siquiera le vio. Gohan estrelló su cabeza contra la barriga del monstruo, rompiendo la armadura en el proceso y saliendo casi por la espalda de éste. Y el saiya se derrumbo al instante.
Su segundo y tercer rival tampoco tuvieron mejor suerte. De sendas patadas y puñetazos, Gohan se deshizo de ellos con notable facilidad. Y tras dejar que se estampasen contra el suelo y volviesen de nuevo a su forma humana, Gohan miró a los dos últimos enemigos que le quedaban. Y éstos, en un arrebato de valor, algo a priori tan heroico como suicida, se lanzaron a por él.
El héroe esquivo el primer y segundo puñetazo de uno de ellos con facilidad, pero cayó ante la acometida del segundo Oozaru. Gohan rodó por el suelo y se reincorporó lo antes posible. Y en menos de un segundo ya tenía a los dos monos gigantes otra vez sobre él.
Gohan blocó el primer golpe de la bestia y cuando la segunda iba a propinarle un manotazo, saltó ágilmente hacia ella y le dio una patada en la cabeza. El cuello del Oozaru se giró en un ángulo imposible y, segundos después, su cuerpo se desplomó en el suelo. Después, desapareció de la vista del último saiya que quedaba y sin que éste se diese cuenta, Gohan apareció tras él y clavó su enorme cabeza en el pavimento.
Y la lucha finalizó.
El héroe echó la vista al frente y, asustado, contempló como casi un centenar de saiyans que ocupaban casi todo el horizonte se acercaban corriendo hacia ellos. Altos y bajos, en forma humana y Oozaru, fuertes y débiles: todos corrían o volaban hacia el invasor con actitud claramente hostil.
Y antes de que pudiese reaccionar, justo cuando uno de los Oozarus que tapaban la vista más allá del horizonte saltó hacia ellos, Gohan contempló como una auténtica lluvia de rayos ki se dirigía inevitablemente hacia ellos.
El saiya gritó a Videl que se pusiese a salvo y empezó a desviar todos los rayos de energía que iban hacia él. Cuando hubo dispersado el último, saltó hacia atrás y esquivó in extremis el puño del mono gigante que se había abalanzado hacia él.
La gigantesca bestia le miró con furia y Gohan, por primera vez desde que llego al planeta, sintió un miedo real y paralizante. ¿Acaso podía enfrentarse un solo hombre a todos los saiyans?
Haciendo acopio de valentía, el hijo de Goku saltó hacia el Oozaru y le golpeo el rostro con una patada que impulso a la mole varios metros atrás, haciéndole chocar contra un gran número de saiyans que se acercaban.
Pero antes de que pudiese reaccionar, ya tenía encima a decenas y decenas de enemigos intentando golpearle.
Gohan se deshizo de ellos como pudo y se alejó de todos sus rivales. Realmente, ninguno de ellos tenía la fuerza necesaria para enfrentarse a él, pero eran demasiado numerosos y la lucha cada vez se iba haciendo más incómoda.
Así que el héroe se colocó en mitad de todo aquel ejercito y convocó toda la fuerza ki que pudo reunir de su interior. Y en un abrir y cerrar de ojos, su poderosa aura se había convertido en un enorme huracán que hizo volar a todos aquellos que estaban a su alrededor. Y uno a uno todos los saiyans fueron lanzados por los aires. Unos atravesando edificios, otros estrellándose contra el pavimento y los menos afortunados, expulsados de su propio planeta.
En pocos segundos, Gohan y Videl se quedaron solos.
Y entonces, una alarma empezó sonar por todos lados.
-Videl, esto se va a poner muy feo. Por favor, escóndete por aquí y espérame. Yo iré por Goten y Trunks.
Videl, al ver su cara, no pudo negarse. Gohan estaba realmente preocupado y temía que, de no hacerle caso, en una batalla estuviese más preocupado de protegerla que de ganar y eso le costase la vida. Así que la heroína terrestre obedeció.
Segundos después de que Videl se hubiese desvanecido, Gohan voló hacia el palacio. Y nada más aterrizar en sus aledaños, dos guerreros fueron a su encuentro. Cuando el hijo de Goku les vio, fue inevitable que varios recuerdos le llevasen de vuelta al pasado.
-Nappa y Raditz... –Gohan les miraba como a fantasmas.
-El hijo de Kakarot –Nappa estaba exultante-. Vaya sorpresa. No esperábamos ningún invitado tan pronto.
-Ten cuidado con él, Nappa –señaló Raditz-, mira lo rápido que ha vencido a todos los soldados que le han hecho frente.
-No compares a esa basura de reclutas y manadas menores con nosotros, Raditz –aclaró Nappa, muy molesto por las insinuaciones de su compañero.
-He venido a por Goten y Trunks. Se que están aquí. Dádmelos y me iré sin haceros daño –dijo Gohan en actitud desafiante.
-Están aquí, pero no te los llevarás. Antes deberás pasar por encima nuestra –Nappa aceptó el desafío de Gohan y le plantó cara.
-Gohan, te haremos la misma oferta. Entrégate y no te haremos nada ni a ti ni a esos críos –ofreció Raditz, tratando de mediar-. Por favor, se razonable. No somos los mismos que en el pasado.
-Déjalo Raditz, aprovechemos y terminemos aquello que no pudimos hace años. Acabemos con el inútil que nos humilló en la Tierra.
Nappa se lanzó a por él y le embistió con su hombro. Gohan salió despedido por los aires y Raditz, sin dejar que se recuperase del ataque, comenzó a darle una lluvia de golpes para después estrellarle contra el muro del palacio real.
Los dos guerreros del espacio se pusieron frente a su víctima y rieron. Sin embargo, su alegría fue corta.
Gohan salió del muro que le aprisionaba con total normalidad. Su ropa esta destrozada, su cuerpo mostraba sus heridas, pero su semblante estaba intacto. Como si acabase de aterrizar allí.
-He dejado que me peguéis para saber cual es vuestra fuerza ahora mismo. Y, como me temía, no sois rivales para mí –dijo con armoniosa tranquilidad-. Llevadme ante los niños o destruiré todo vuestro planeta.
Pero más que sus palabras, lo que paralizó de miedo a Nappa fue como lo dijo.
No había ira, dolor o arrepentimiento en su voz. Solo la fría y clara verdad que pronuncia un dios a los simples mortales.
-¡Vas a tragarte tus palabras, mestizo! –exclamó Nappa, apuntándole con su puño cerrado-. ¡Nadie trata así a los saiyans!
Raditz cogió del hombro a su compañero y le miró fijamente. –Tiene razón, Nappa. No podemos contra él. Mira su fuerza, es inmensa.
-¿Qué insinúas? ¿Qué dejemos que se lleve a los niños? ¡Sabes que eso sería nuestra perdición!
-No, solo que debería enfrentarse a alguien que tuviese su misma fuerza.
Y poco a poco, la rabia que había dibujada en el rostro de Nappa se fue convirtiendo una vil sonrisa de felicidad.
-Tienes razón, Raditz. Utilicemos nuestra arma secreta contra él.
-¿Arma secreta? –dijo Gohan mientras se acercaba a ellos-. No penséis ni por un momento que os voy a dejar hacer algún movimiento más hasta que me digáis donde están.
Raditz levantó su brazo y le apuntó con la mano. O, al menos, lo intentó. Antes si quiera de que hubiese subido por completo su extremidad, Gohan le agarró de la muñeca y se la retorció, obligando al saiya a arrodillarse frente a él.
-No os dejaré hacer ningún truco más. Decidme donde están o arrasaré todo el palacio hasta encontrarles.
Nappa intentó darle un puñetazo a Gohan pero también fue inútil. El héroe de la Tierra estiró su brazo y agarró del cuello al corpulento saiya antes de que éste siquiera le tocase.
-Es vuestra última oportunidad –le dijo a Nappa, a quién había levantado un metro del suelo y seguía aplastándole la tráquea-. Decidme donde están.
Y justo cuando Nappa se estaba volviendo completamente morado, Gohan recibió un tremendo golpe en su estómago que hizo que soltase a sus presas.
El héroe de la Tierra retrocedió unos metros y se agachó mientras se sujetaba su dolorida barriga.
Delante de él habían aparecido dos saiyas. Uno, hombre, de pelo largo y azul, con visor y una armadura morada de categoría media. La otra, mujer, ligeramente más baja que el hombre, también de pelo azul y con la misma armadura pero en modelo femenino.
-¿Vosotros? –fue lo único que pudo decir Raditz ante tal sorpresa.
-Hemos venido en cuanto supimos donde estaba el invasor –contestó la chica.
-Consejero, Líder explorador, vayan a activar el arma secreta. Nosotros le pararemos –dijo el chico de pelo azul.
-Curzet y Mutzrum –dijo Nappa con dificultad mientras se acariciaba la garganta-, vosotros, dos saiyans mestizos que no han conseguido formar parte de una manada vais a pararle, ¿no? ¡Si vuestra fuerza de combate es aún menor que la nuestra, ¿qué demonios queréis intentar?!
-Señor Consejero, permítame la osadía pero mi hermana Curzet y yo somos lo único que tiene ahora. Quizás no somos los guerreros que necesita ahora mismo, pero si los que están aquí para cumplir el trabajo.
Nappa les miró con cierto desprecio, tanto por su origen como por la naturalidad con la que le habían hablado, pero finalmente cedió. Cogió a Raditz y se encaminó con rapidez al interior de palacio.
-Cubridnos, solo necesitamos un minuto. No me decepcionéis –les dijo antes de desaparecer en la oscuridad del interior.
Gohan les vio y corrió hacia la puerta. Sin embargo, los dos hermanos bloquearon su camino.
-Antes de seguirles tendrás que derrotarnos –dijo la chica de pelo azul y corto.
-No tengo tiempo para juegos. Dejadme pasar o lo pagaréis muy caro.
-¡Ni hablar! –gritó Mutzrum-. ¡No solo eres el enemigo de nuestro pueblo, si no que esta es la oportunidad que hemos estado esperando durante tanto tiempo! ¡Vamos a demostrarle al Consejero Nappa y al mismo rey Vegeta que pueden confiar en nosotros! ¡Que todas las manadas que nos rechazaron se equivocaron!
Y los hermanos se lanzaron a por Gohan. Y tan solo viendo la velocidad de los golpes que esquivaba, Gohan supo que Nappa tenía razón: esos guerreros eran aún más débiles que ellos.
Sin embargo, había algo que le sorprendía.
Eran débiles, si, pero tanto su fuerza como velocidad iban aumentando a medida que transcurría el combate. Cada vez le costaba un poco más evitar sus golpes.
No, era mucho más que eso. Era como peleaban. Su forma. Aquella pareja luchaba con una compenetración fuera de lo común. Todos los golpes que daban estaban dirigidos a complementar al de su pareja, haciendo que fuese imposible el esquivarlo.
Y la sorpresa, poco a poco se convirtió en terror.
Gohan comenzó a experimentar en su propia piel como apenas ya podía dar un paso sin tener que blocar un golpe. Aquellos guerreros se estaban adaptando a su fuerza y forma de lucha y estaban actuando en consecuencia. Y aunque su fuerza aún estaba lejos de hacerle daño, luchar contra ellos estaba siendo mucho más complicado que hacerlo contra todo un ejército. No le dejaban ni un solo segundo. No podía pensar. Y lo que era aún peor, de seguir así, por fuerte que él fuese, Gohan sabía que irremediablemente perdería.
Nadie gana una batalla sin pensar. Nadie gana una pelea sin atacar.
Mutzrum le hizo un barrido a Gohan. Nada más caer al suelo, Curzet cayó sobre él dándole con la rodilla. El héroe rodó por el suelo y esquivó el ataque. Sin embargo, antes de que pudiese volver a tener una perspectiva del combate, Mutzrum le dio una patada y lo lanzó por los aires. Curzet se lo devolvió de otro golpe y el guerrero mestizo terminó clavándolo en el suelo. Los hermanos se pusieron encima suya y le lanzaron una tremenda lluvia de rayos ki.
Y todo estalló en mil pedazos.
Sin embargo, pese al caos creado, Gohan seguía en pie.
-No puede ser. No le hemos hecho ningún daño –pronunció la guerrero del espació con los ojos como platos.
-Vamos, hermanita, tenemos que seguir –le animó Mutzrum.
-Pero, ¿cómo vamos a conseguir pararle? ¡Parece invencible! Nuestros golpes y nuestros ataques de energía parecen no hacerle daño alguno.
-Cambiaremos de táctica, pero no podemos abandonar ahora. Toda nuestra raza depende de nosotros.
Los dos saiyans se miraron y asintieron al mismo tiempo. Debían sobreponerse a la adversidad si querían vencer.
Mientras Mutzrum se lanzaba a por Gohan, Curzet le lanzó un poderoso rayo de energía. Gohan, hierático e imperturbable, espero al ataque de energía sin tan siquiera moverse. Y entonces, el ataque de Curzet explosionó antes de tocarle, cegando al héroe unos segundos.
Pero fue suficiente. Mutzrum se puso a su espalda y agarró con fuerza a Gohan, inmovilizándole por completo.
-¡Ahora, hermana! –gritó el saiya de cabellos azules.
Curzet se puso frente a ellos y juntó las palmas de sus manos. En cuestión de segundos, una electricidad rosa brotó de ellas obligándola a separar las palmas de sus manos. Y en medio de éstas quedó una bola de rabiosa e impredecible energía que despedías chispas y rayos.
-¡Suéltale! –le advirtió la chica a su hermano.
-¡No! ¡Hazlo mientras le sujeto o lo esquivará!
-¡Pero esto podría matarte! ¡Quítate!
-¡No te preocupes por mi y hazlo!
Y Gohan contempló como entre lágrimas la chica mandó su ataque hacia ellos, a sabiendas de que su propio hermano podría morir.
E inevitablemente, la escena de su padre y Piccolo luchando contra Raditz vino a su mente. ¿Era tan importante para ellos pararle a toda costa? ¿Acaso merecía la pena sacrificar su propia vida por cumplir con su deber como soldado?
Gohan no estaba seguro de si las razones por las que luchaban esos hermanos eran las mejores, pero una cosa si tenía muy clara: cualquier persona que se sacrifica por un bien mayor merece siempre otra oportunidad.
-Voy a salvarte el pellejo –le dijo Gohan a Mutzrum.
-¿Qué quieres decir? –preguntó el atónito saiya.
Con más dificultad de la que había creído, Gohan se deshizo de la presa del guerrero del espacio y esquivó el ataque llevándose consigo a su enemigo. Después, y ante la atónita mirada de la chica, el héroe utilizó toda su fuerza y en tan solo un parpadeo, llegó hasta Curzet y la dejó inconsciente de un solo puñetazo en la barriga.
Su hermano, al ver como Curzet caía al suelo, se abalanzó sobre Gohan clamando venganza. Pero el hijo de Goku tampoco tuvo clemencia con él. De un solo rodillazo, Gohan mandó al saiya contra la pared de palacio, derrumbándola en el proceso.
Un solo segundo más tarde, Gohan corría como un loco por los austeros y oscuros pasillos de palacio. Y en su afán por terminar cuanto antes el asunto, el héroe no se percató que Videl, hasta ahora una simple espectadora, le seguía de lejos incapaz de apartar sus deseos de ayuda y su preocupación por él.
Después de varios pasillos recorridos, sintió una gran energía proveniente de una de las alas del edificio. Con todas las fuerzas que pudo reunir, se dirigió a toda velocidad allí esperando que fuese donde tenían presos a los dos niños. Sin embargo, lo que encontró fue a Nappa y Raditz abriendo una gran compuerta. Tras ella, Gohan quedó petrificado al ver como frente a Paragus, un hombre de espíritu y fuerza descomunales era contenido a bases de cadenas de energía y una extraña corona.
-Tienen a Broly...- fue lo único que pudo articular.
-Broly es nuestra arma secreta –dijo un sonriente Nappa devorado por sus ansias de venganza-. Y ahora probaremos su nueva fuerza legendaria contra ti.
-Pero Broly no está aún listo, consejero –dijo Paragus tratando de advertir una tragedia.
-Los de la División de Defensa siempre tan cautos –le recriminó Nappa-. Haz que tu hijo ataque a Gohan. ¡Ahora!
Y el científico saiya obedeció mostrándole a Gohan el mismo controlador mental con el que le dominaba años antes.
En ese instante, las cadenas que sujetaban al enorme saiyan se soltaron y la bestia se abalanzó gritando hacia Gohan.
-¡¡¡Kakaroooooot!!!
Y para Gohan todo pasó muy rápido.
La brutalidad de Broly no le cogió desprevenido, pero su nueva fuerza, si.
Si antes ya era casi invencible, ahora debía serlo por completo. El saiya legendario era más fuerte, más rápido y más poderoso. Pero, sobre todo, era más salvaje.
Ni un solo golpe pudo esquivar Gohan antes de que aquel ser con el poder de un dios le dejase sin sentido y continuase estrellando su inerte cuerpo una y otra vez contra el suelo.
-¡Broly contente! –gritó Paragus.
Pero las órdenes de su padre no fueron escuchadas por Broly, quien siguió golpeando a un inconsciente Gohan. Después, su furia pareció alejarse de su derribado y malherido oponente y la enfocó contra todo el palacio. Broly estaba de nuevo fuera de control.
Rayos de energía volaron hacia todos lados destruyendo todo lo que se encontraban a su paso. Varios soldados junto a Nappa y Raditz volaron tras el incontrolable saiya legendario y trataron de reducirle. Pero fue inútil. Broly les derrotó a todos y siguió su camino. Entonces, cuando derribo un muro para seguir su camino, se topo con Videl. Y una extraña sensación recorrió el gigantesco cuerpo de Broly. Su corazón pareció ir a mil por hora, su estómago le dio un vuelco y un escalofrío azotó toda su espalda. Pero no era miedo. Era algo muy diferente a todo lo que había sentido en su vida. No sabía explicarlo. Tan solo la imagen de aquella mujer le tranquilizó...y le hizo feliz.
Su ira desapareció y Broly volvió a su estado normal. Varios saiyans aprovecharon para caer encima de él. Uno de ellos al ver a Videl alertó de que había más intrusos en palacio y la apresaron también.
Broly, encolerizado por el daño que le hacían a aquella chica, estalló de rabia y atacó a los soldados. Pero nada pudo hacer contra ellos en su estado normal y los saiyans le redujeron con facilidad.
-Llevaos a la chica a la sala de interrogatorio –ordenó Nappa-. Y al otro intruso podéis matarle, no le necesitaremos y es demasiado peligroso. ¡Y volved a encadenar a Broly de inmediato!
-Nappa, quizás deberíamos dejar que sea el rey quién decida que hacer con Gohan –dijo Raditz.
-Está bien, tienes razón. Avisemos de que tenemos a dos terrestres más y pongamos en marcha la nueva fase de nuestro plan. Ya solo queda un objetivo más para hacernos con el control del universo.