La táctica de los saiyans.
Vegeta conoce a los Tres Grandes Generales.
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Todos los saiyans presentes, al ver al rey, se arrodillaron frente a él. Éste, les miró de soslayo y dirigió de nuevo la atención a su hijo.
-Estoy orgulloso de ti, Vegeta. Me alegro de que finalmente te hayas reunido conmigo.
Pero Vegeta no podía contestar. De hecho, no podía articular palabra.
-Tranquilízate, hijo mío. Tenemos mucho de lo que hablar.
El rey de los saiyans le cedió el paso con un elegante movimiento y caminó junto a él posando su mano en el hombro de su hijo. A una distancia prudente, Turles caminaba detrás de ellos mientras vigilaba a su príncipe.
Tras bajar una de las colinas de la isla, Vegeta se paró en seco y miró a su padre.
-Es todo cierto, ¿verdad? Todo nuestro planeta existe de nuevo –acertó a decir, más como un pensamiento en voz alta que como una pregunta.
-Así es. Todo imperio saiya ha regresado. Tú imperio, hijo mío.
-Pero, ¿cómo es posible? –Vegeta conocía de sobra la respuesta, pero aún estaba reacio a creerlo. Ver a su padre de nuevo le había dejado confuso y desorientado, y no sabía como calmar esa marea de sentimientos que le atormentaba en su interior.
-Estamos vivos de nuevo gracias a los deseos de dos leales hombres. Ven, te los presentaré.
No muy lejos de allí, sobre una llanura, se encontraban dos saiyans desconocidos para Vegeta. Uno muy mayor, calvo, bajo, con una cicatriz en un ojo y de escaso poder. El segundo, algo más joven, de pelo largo y de similar fuerza.
-Vegeta, te presento a Pumpkin y Brocco, desde ahora mis consejeros junto con Nappa –dijo el rey, refiriéndose al viejo y al otro, respectivamente-. Ellos son los artífices del regreso de los saiyans.
-Es un honor conocerle, mi príncipe –respondieron ambos saiyans al unísono.
-Pero, ¿cómo lo hicisteis? ¿Cómo aparecisteis en la Tierra sin que lo supiésemos? –preguntó Vegeta, intrigado.
-Hace ya muchos años, el Dios de la Tierra hizo que cuatro terrestres viajasen por el tiempo y el espacio para que se midiesen contra nosotros –explicó Pumpkin-. Les vencimos sin dificultad. Lo más extraño es que desde ese día, nuestras vidas quedaron suspendidas en el tiempo, como si aquel portal que abrieron para ir al pasado crease un limbo propio.
-Desde allí –continuó Brocco-, pudimos observar todo lo que ocurría al otro lado del agujero de gusano espacio-temporal que creó el Dios de la Tierra. Solo era cuestión de tiempo que pudiéramos salir. Y esperamos el momento adecuado para ello.
-¿Y cómo encontrasteis las bolas de dragón? ¿Y por qué Cooler también ha regresado?
-Os espiamos hasta que supimos cómo y cuando encontrar todas las bolas mágicas –respondió Brocco, mirando nerviosamente a su compañero.
-Y respecto a la aparición de Cooler, creo que yo mismo debería explicártelo –intervino el rey Vegeta-. Por decirlo de alguna manera, los descendientes de Cold trabajan ahora para nosotros.
-¡¿Qué?! –Vegeta no daba crédito a lo que oía.
Y el rey no pudo evitar sonreír.
-Hace mucho tiempo, antes de que Freezer nos destruyera, descubrimos unos informes Tsufur acerca de un ente bio-tecnológico llamado Big Gete Star. Este ser tenía la capacidad de crear un sistema de vida robot basado tanto en una programación informática como en células humanas. Nosotros pensábamos utilizar dicha fuente de poder para acabar con Freezer. Pero él nos sorprendió antes de que la localizásemos y nos destruyó.
-Yo luché contra ese ser y lo destruí –contestó perplejo.
-Lo sé, hijo mío –contestó el rey, sonriente y complacido-. Cuando nos resucitaron, nada más comprender la situación en la que nos encontrábamos nosotros y el universo, mandé que volviesen a investigar sobre ese ente. Y ahí es donde apareció el milagro.
Buscando al Big Gete Star, dimos con una tecnología Tsufur completamente desconocida para nosotros. A través de unas esferas de energía, los Tsufur eran capaces de controlar la vida y la muerte a través de las energías desprendidas por los cuerpos vivos. De esta forma, no solo conseguimos traer de vuelta a algunos muertos, si no que les pudimos hacer a ellos y a nosotros mismos mucho más fuertes aún. Tal y como lo comprobasteis con Cooler.
-Pero eso es una locura. ¿Cómo les controláis?
-Hay muchas y muy diferentes esferas. Algunas otorgan vida a un fallecido mientras que otras potencian la energía preike que lo compone para hacerlo más poderoso. Pero todas ellas, sin excepción, están vinculadas a mi vida y deseo. Es decir, que si yo decido que mueran o mi vida termina, las esferas que los mantienen en este mundo desaparecerán, y todos esos “fantasmas” morirán.
-¿Y ellos no pueden morir por si solos?
-En una versión anterior de esta tecnología, si. Si alguien acababa con su vida tal y cómo murieron la primera vez, desaparecían y la esfera se rompía. Ahora las hemos mejorado. Son soldados casi inmortales. Si alguien acaba con ellos permanecerán en un estado de letargo hasta recuperarse.
-Entonces, tienes un ejército invencible...
-Y eso no es todo, hijo. Utilizando el saber Tsufur hemos encontrado un vestigio del Big Gete Star y, como ves, hemos logrado repararlo. Y con la energía preike suficiente puede crear clones de todos los seres cuyo adn hubiera robado mientras hubiesen estado vivos. Por eso estamos aquí. Por que la energía preike, la fuerza que conforma el universo, se encuentra también en el núcleo de cada uno de los planetas del universo. Y Namek es uno con los nodos de preike más grandes.
Así, robando la energía de Namek hasta destruir el planeta, tendremos una gran fuente de energía con la que podremos crear muchísimos soldados, resucitar a otros guerreros fantasmas o experimentar para seguir aumentando nuestra fuerza.
-No puedo creerlo –Vegeta cayó de rodillas en el suelo con los ojos desorbitados. Si alguna vez habían pensado en oponerse a los saiyans, ahora se había dado cuenta de que era un grave error. Era imposible derrotarles.
En ese instante, dos fuerzas llamaron su atención. Los dos saiyans supervivientes del enfrentamiento anterior se posaron frente a ellos y se rindieron ante el rey y su hijo.
-Cocombro, Nabe, levantaos –les ordenó el rey Vegeta.
-Majestad, hemos dejado a los guerreros de la Tierra combatiendo contra los Metal Cooler, pero me temo que no les retendrán mucho –explicó Cocombro, el saiya bajito y corpulento.
-Y dos de ellos han escapado hacia el planeta Vegeta para rescatar a los niños que nos llevamos –añadió Nabe, el soldado escuálido y muy alto.
-No os preocupéis –les tranquilizó el rey-. En nuestro planeta está Nappa, y pese a que no haya generales a su lado, él se bastará para contener cualquier tipo de amenaza.
Vegeta le miró asombrado. -¿Has dicho generales? ¿Te refieres a esos generales? ¿Has vuelto a crear a las Tres Divisiones?
Y el rey estalló en carcajadas.
-Por supuesto, hijo mío. Y están aquí conmigo, en Namek –y Vegeta palideció al oírlo. ¿Los tres grandes generales estaban en Namek?-. Sígueme, Vegeta –le ordenó.
Caminaron de nuevo hasta la nave y la rodearon hasta encontrar la puerta oeste. Y allí, frente a la entrada, se encontraba otro grupo de saiyans a los que Vegeta, pese haber sido muy pequeño cuando les mataron, recordaba perfectamente.
Una de ellas, una mujer morena y de pelo largo, vestida con una túnica blanca donde se dibujaba debajo una armadura de tirantes, se dio la vuelta al verles llegar y miró fijamente a Vegeta.
-Bienvenido, Majestad –dijo la chica ante el silencio de su príncipe.
-Hijo mío, esta es Artíkone, la General de la División de Defensa –y la mujer hizo una reverencia.
A su lado, un hombre de pelo oscuro y armadura con galones y capa se puso a su lado. –Yo soy Zorn, Majestad, el General de la División de Ataque –dijo el hierático saiya.
Vegeta le miró fijamente. Le recordaba. A esa tal Artíkone no tanto, pero a Zorn le tenía grabado a fuego en su memoria. Era un guerrero temible y cuando era pequeño deseaba llegar a ser como él. Y ahora que le volvía a tener frente a frente, se maldijo por sentirse tan crío e indefenso otra vez.
-¿Y el tercer general? –preguntó el príncipe-. ¿No está Succe al mando?
El rey le miró fijamente y después agachó la mirada. –Succe ha muerto, hijo mío.
Pero Vegeta no le comprendía. ¿Acaso no tenía él poder sobre la vida y la muerte?
-Conoces las reglas de ascenso, hijo. Si un saiya quiere promocionar a una posición de cargo en el ejercito, solo debe lanzar un desafío y enfrentarse a su inmediato superior ante mi presencia. Si le gana, tomará su puesto. Y la vida del perdedor quedará a expensas de la benevolencia del que gane.
-¿Y quién le ha arrebatado a Succe el mando de su división? –preguntó Vegeta.
El rey Vegeta dio unos pasos atrás. –Vegeta, te presento a Turles, General de la División de Exploración del ejercito saiya.
Vegeta retrocedió asustado. Y no por la noticia, aquello realmente ni le había importado. Era por ver de nuevo el pasado frente a sus ojos. Contemplar de nuevo su antigua forma de vida, sus anteriores pasiones, sus arcaicas leyes,...Todo eso parecía ya tan lejano que sentirlo de nuevo tan cerca le daba escalofríos.
Trató de hacer memoria y se sorprendió al darse cuenta de que no le costaba tanto traer a su mente esos viejos detalles. Cuando era muy niño, las tres divisiones saiyans, otrora símbolo de la evolución de su pueblo, estaban ya extintas. Sin embargo, todos los soldados seguían hablando de los tiempos de gloria que habían conocido, y Vegeta, aunque entonces terco, cruel y despreocupado, siempre escuchaba atentamente cada vez que hablaban de la majestuosidad y poder que había tenido su ejército.
Al parecer, todo empezó cuando su raza conquistó a los Tsufur y asimiló su tecnología. A partir de esa incomparable evolución causal, los saiyans aprendieron a organizar su ejército y buscar nuevas formas de expandir su dominio por todo el universo. De esta forma, con el tiempo, se crearon las Tres Grandes Divisiones, cada una encabezada por el soldado que más preparado estuviese. El más fuerte, el más inteligente, el más poderoso de los saiyans en su campo.
Y toda la sociedad del planeta Vegeta giraba entorno a esta repartición. Todos y cada uno de los habitantes pertenecían a una División u otra. Y para saber a cual pertenecía cada cual, había que esperar, como máximo, a los doce años de edad. Era entonces cuando, dependiendo de tu nivel de fuerza y tus experiencias, eras designado a una parte del ejército para cumplir tu función social allí. Y las opciones, como ya sabía Vegeta, eran:
-División de Ataque, dirigida por el general Zorn y cuya misión era, obviamente, la de luchar y destruir a todo enemigo del imperio saiya.
Esta era la división en la que la mayoría de los saiyans estaban incluidos. Solo aquellos que por ser mestizos o por otros azares del destino tenían una fuerza realmente baja, eran excluidos de ella.
Esta rama, aunque con una operativa militar reformada, seguía manteniendo las antiguas costumbres saiyans de guerra: el ataque por manadas. Todos los miembros de la División de Ataque debían estar agrupados en escuadrones de número variable en los que debía haber un jefe de manada o Líder Alpha, el único soldado que dominaría la luz de luna artificial y que debía ser elegido por el resto de su equipo por votación o por Desafío.
Y todos los Líderes Alpha serían los encargados de dirigir a sus respectivos grupos y transmitirles las órdenes de Zorn.
-División de Defensa, por lo que podía recordar Vegeta, estaba dirigida por esa tal Artíkone, pero su duración fue muy corta ya que, al morir su líder, nadie pudo continuar con su labor y se disolvió. Sus miembros eran saiyans cuyas energías eran diferentes a los demás, más puras y menos rabiosas, con un halo especial.
Eran soldados que se apoyaban en la tecnología y cuya función era la de investigar las fuentes de energía, religión, ciencia, poderes y características de todas las razas con las que los saiyans estaban en contacto. Además, la División de Defensa tenía la misión de encontrar nuevas vías para la potenciación del poder interior saiya, así como la de salvaguardar y proteger la existencia de su especie.
Eran los más inteligentes, los que más comunión tenían con su ki. Eran tecnócratas y, para muchos, incluso hechiceros.
- División de Exploración, era, como su propio nombre indicaba, la encargada del reconocimiento de los diferentes planetas que iban apareciendo durante la expansión del imperio.
Sus miembros no se distinguían por ser los más poderosos del ejército, si no los más capaces. Eran soldados con habilidades únicas para la supervivencia, el subterfugio, el espionaje y, en algunos caos, también la diplomacia. Debían ser resolutivos y astutos, así como tener una capacidad de procesamiento y observación fuera de lo común. Y, por supuesto, solo podían depender de sí mismos ya que, al contrario que los soldados de la División de Ataque, ellos siempre trabajaban solos.
Su misión era descubrir los puntos flacos de los planetas aún por conquistar y enviar informes para que su General pudiese evaluar la situación y crear un plan de ataque para que las manadas enviadas no tuviesen ningún contratiempo.
Vegeta miró a Turles y a su padre. –¿Y Succe? ¿Qué función tiene ahora ese viejo carcamal?
-Ninguna –respondió el rey-. Ya te dije que estaba muerto, y no pienso traerlo de vuelta. Su caída fue fruto de las leyes de nuestro pueblo y Turles creyó que no merecía vivir. Y así será. Si no fue merecedor de mantener su posición, entonces no es digno de pertenecer a nuestro ejército. Ningún saiya que haya caído con deshonor volverá a la vida.
Vegeta negó con la cabeza. ¿Así era él antes? ¿Era tan inhumano y tan cínico?
Entonces, los localizadores empezaron a pitar uno a uno.
-Majestad, Kakarot y el namekiano que le acompaña han debido destruir a todos los Metal Cooler –anunció Turles.
-Bien, ya sabéis que hacer. Zorn o tú, id tras ese tal Goku. En lo que respecta al namekiano, creo que podemos jugar un poco con él –y la sonrisa del rey se tornó diabólica.
-Majestad –intervino la general Artíkone-, si me lo permite, me gustaría enfrentarme yo a Kakarot.
-¡¿Tú?! –preguntó Zorn, atónito-. Eres la General de Defensa, tu fuerza de combate y tus habilidades en la lucha no son lo suficientemente grandes como para enfrentarte a un enemigo como él.
Ella se dio la vuelta y se encaró con su compañero de armas. Y con tan solo su fría mirada hizo que Zorn tragase saliva.
-Necesito enfrentarme a él, Zorn –le respondió ella-. Y créeme, llegué a ser general por algo más que por mi inteligencia. Estoy más que preparada para enfrentarme a él.
-Coincido con Zorn –añadió Turles-, Kakarot no es un rival común, siempre tiene un as bajo la manga. Tú no podrás contra él –le advirtió a su compañera.
Pero Artíkone solo sonrió y salió volando de allí.
-¡Siempre tan terca! –gruño Zorn al verla marchar-. Iré tras ella.
Sin embargo, el rey Vegeta alzó su brazo y paró su camino.
-Déjala marchar. Ella no solo es también un general, sino un saiya. Quiere luchar. Permitámosle que lo haga. Si ella cree que podrá salir victoriosa de esta batalla, que luche. Y si no, que muera con honor.
Y tras sus palabras, el rey se dio media vuelta.
Y quizás porque todos estaban enfrascados en aquella situación, ninguno de ellos se dio cuenta de que, sobre una colina no muy lejana, un nuevo enemigo esperaba el momento justo para atacar.
-Estoy orgulloso de ti, Vegeta. Me alegro de que finalmente te hayas reunido conmigo.
Pero Vegeta no podía contestar. De hecho, no podía articular palabra.
-Tranquilízate, hijo mío. Tenemos mucho de lo que hablar.
El rey de los saiyans le cedió el paso con un elegante movimiento y caminó junto a él posando su mano en el hombro de su hijo. A una distancia prudente, Turles caminaba detrás de ellos mientras vigilaba a su príncipe.
Tras bajar una de las colinas de la isla, Vegeta se paró en seco y miró a su padre.
-Es todo cierto, ¿verdad? Todo nuestro planeta existe de nuevo –acertó a decir, más como un pensamiento en voz alta que como una pregunta.
-Así es. Todo imperio saiya ha regresado. Tú imperio, hijo mío.
-Pero, ¿cómo es posible? –Vegeta conocía de sobra la respuesta, pero aún estaba reacio a creerlo. Ver a su padre de nuevo le había dejado confuso y desorientado, y no sabía como calmar esa marea de sentimientos que le atormentaba en su interior.
-Estamos vivos de nuevo gracias a los deseos de dos leales hombres. Ven, te los presentaré.
No muy lejos de allí, sobre una llanura, se encontraban dos saiyans desconocidos para Vegeta. Uno muy mayor, calvo, bajo, con una cicatriz en un ojo y de escaso poder. El segundo, algo más joven, de pelo largo y de similar fuerza.
-Vegeta, te presento a Pumpkin y Brocco, desde ahora mis consejeros junto con Nappa –dijo el rey, refiriéndose al viejo y al otro, respectivamente-. Ellos son los artífices del regreso de los saiyans.
-Es un honor conocerle, mi príncipe –respondieron ambos saiyans al unísono.
-Pero, ¿cómo lo hicisteis? ¿Cómo aparecisteis en la Tierra sin que lo supiésemos? –preguntó Vegeta, intrigado.
-Hace ya muchos años, el Dios de la Tierra hizo que cuatro terrestres viajasen por el tiempo y el espacio para que se midiesen contra nosotros –explicó Pumpkin-. Les vencimos sin dificultad. Lo más extraño es que desde ese día, nuestras vidas quedaron suspendidas en el tiempo, como si aquel portal que abrieron para ir al pasado crease un limbo propio.
-Desde allí –continuó Brocco-, pudimos observar todo lo que ocurría al otro lado del agujero de gusano espacio-temporal que creó el Dios de la Tierra. Solo era cuestión de tiempo que pudiéramos salir. Y esperamos el momento adecuado para ello.
-¿Y cómo encontrasteis las bolas de dragón? ¿Y por qué Cooler también ha regresado?
-Os espiamos hasta que supimos cómo y cuando encontrar todas las bolas mágicas –respondió Brocco, mirando nerviosamente a su compañero.
-Y respecto a la aparición de Cooler, creo que yo mismo debería explicártelo –intervino el rey Vegeta-. Por decirlo de alguna manera, los descendientes de Cold trabajan ahora para nosotros.
-¡¿Qué?! –Vegeta no daba crédito a lo que oía.
Y el rey no pudo evitar sonreír.
-Hace mucho tiempo, antes de que Freezer nos destruyera, descubrimos unos informes Tsufur acerca de un ente bio-tecnológico llamado Big Gete Star. Este ser tenía la capacidad de crear un sistema de vida robot basado tanto en una programación informática como en células humanas. Nosotros pensábamos utilizar dicha fuente de poder para acabar con Freezer. Pero él nos sorprendió antes de que la localizásemos y nos destruyó.
-Yo luché contra ese ser y lo destruí –contestó perplejo.
-Lo sé, hijo mío –contestó el rey, sonriente y complacido-. Cuando nos resucitaron, nada más comprender la situación en la que nos encontrábamos nosotros y el universo, mandé que volviesen a investigar sobre ese ente. Y ahí es donde apareció el milagro.
Buscando al Big Gete Star, dimos con una tecnología Tsufur completamente desconocida para nosotros. A través de unas esferas de energía, los Tsufur eran capaces de controlar la vida y la muerte a través de las energías desprendidas por los cuerpos vivos. De esta forma, no solo conseguimos traer de vuelta a algunos muertos, si no que les pudimos hacer a ellos y a nosotros mismos mucho más fuertes aún. Tal y como lo comprobasteis con Cooler.
-Pero eso es una locura. ¿Cómo les controláis?
-Hay muchas y muy diferentes esferas. Algunas otorgan vida a un fallecido mientras que otras potencian la energía preike que lo compone para hacerlo más poderoso. Pero todas ellas, sin excepción, están vinculadas a mi vida y deseo. Es decir, que si yo decido que mueran o mi vida termina, las esferas que los mantienen en este mundo desaparecerán, y todos esos “fantasmas” morirán.
-¿Y ellos no pueden morir por si solos?
-En una versión anterior de esta tecnología, si. Si alguien acababa con su vida tal y cómo murieron la primera vez, desaparecían y la esfera se rompía. Ahora las hemos mejorado. Son soldados casi inmortales. Si alguien acaba con ellos permanecerán en un estado de letargo hasta recuperarse.
-Entonces, tienes un ejército invencible...
-Y eso no es todo, hijo. Utilizando el saber Tsufur hemos encontrado un vestigio del Big Gete Star y, como ves, hemos logrado repararlo. Y con la energía preike suficiente puede crear clones de todos los seres cuyo adn hubiera robado mientras hubiesen estado vivos. Por eso estamos aquí. Por que la energía preike, la fuerza que conforma el universo, se encuentra también en el núcleo de cada uno de los planetas del universo. Y Namek es uno con los nodos de preike más grandes.
Así, robando la energía de Namek hasta destruir el planeta, tendremos una gran fuente de energía con la que podremos crear muchísimos soldados, resucitar a otros guerreros fantasmas o experimentar para seguir aumentando nuestra fuerza.
-No puedo creerlo –Vegeta cayó de rodillas en el suelo con los ojos desorbitados. Si alguna vez habían pensado en oponerse a los saiyans, ahora se había dado cuenta de que era un grave error. Era imposible derrotarles.
En ese instante, dos fuerzas llamaron su atención. Los dos saiyans supervivientes del enfrentamiento anterior se posaron frente a ellos y se rindieron ante el rey y su hijo.
-Cocombro, Nabe, levantaos –les ordenó el rey Vegeta.
-Majestad, hemos dejado a los guerreros de la Tierra combatiendo contra los Metal Cooler, pero me temo que no les retendrán mucho –explicó Cocombro, el saiya bajito y corpulento.
-Y dos de ellos han escapado hacia el planeta Vegeta para rescatar a los niños que nos llevamos –añadió Nabe, el soldado escuálido y muy alto.
-No os preocupéis –les tranquilizó el rey-. En nuestro planeta está Nappa, y pese a que no haya generales a su lado, él se bastará para contener cualquier tipo de amenaza.
Vegeta le miró asombrado. -¿Has dicho generales? ¿Te refieres a esos generales? ¿Has vuelto a crear a las Tres Divisiones?
Y el rey estalló en carcajadas.
-Por supuesto, hijo mío. Y están aquí conmigo, en Namek –y Vegeta palideció al oírlo. ¿Los tres grandes generales estaban en Namek?-. Sígueme, Vegeta –le ordenó.
Caminaron de nuevo hasta la nave y la rodearon hasta encontrar la puerta oeste. Y allí, frente a la entrada, se encontraba otro grupo de saiyans a los que Vegeta, pese haber sido muy pequeño cuando les mataron, recordaba perfectamente.
Una de ellas, una mujer morena y de pelo largo, vestida con una túnica blanca donde se dibujaba debajo una armadura de tirantes, se dio la vuelta al verles llegar y miró fijamente a Vegeta.
-Bienvenido, Majestad –dijo la chica ante el silencio de su príncipe.
-Hijo mío, esta es Artíkone, la General de la División de Defensa –y la mujer hizo una reverencia.
A su lado, un hombre de pelo oscuro y armadura con galones y capa se puso a su lado. –Yo soy Zorn, Majestad, el General de la División de Ataque –dijo el hierático saiya.
Vegeta le miró fijamente. Le recordaba. A esa tal Artíkone no tanto, pero a Zorn le tenía grabado a fuego en su memoria. Era un guerrero temible y cuando era pequeño deseaba llegar a ser como él. Y ahora que le volvía a tener frente a frente, se maldijo por sentirse tan crío e indefenso otra vez.
-¿Y el tercer general? –preguntó el príncipe-. ¿No está Succe al mando?
El rey le miró fijamente y después agachó la mirada. –Succe ha muerto, hijo mío.
Pero Vegeta no le comprendía. ¿Acaso no tenía él poder sobre la vida y la muerte?
-Conoces las reglas de ascenso, hijo. Si un saiya quiere promocionar a una posición de cargo en el ejercito, solo debe lanzar un desafío y enfrentarse a su inmediato superior ante mi presencia. Si le gana, tomará su puesto. Y la vida del perdedor quedará a expensas de la benevolencia del que gane.
-¿Y quién le ha arrebatado a Succe el mando de su división? –preguntó Vegeta.
El rey Vegeta dio unos pasos atrás. –Vegeta, te presento a Turles, General de la División de Exploración del ejercito saiya.
Vegeta retrocedió asustado. Y no por la noticia, aquello realmente ni le había importado. Era por ver de nuevo el pasado frente a sus ojos. Contemplar de nuevo su antigua forma de vida, sus anteriores pasiones, sus arcaicas leyes,...Todo eso parecía ya tan lejano que sentirlo de nuevo tan cerca le daba escalofríos.
Trató de hacer memoria y se sorprendió al darse cuenta de que no le costaba tanto traer a su mente esos viejos detalles. Cuando era muy niño, las tres divisiones saiyans, otrora símbolo de la evolución de su pueblo, estaban ya extintas. Sin embargo, todos los soldados seguían hablando de los tiempos de gloria que habían conocido, y Vegeta, aunque entonces terco, cruel y despreocupado, siempre escuchaba atentamente cada vez que hablaban de la majestuosidad y poder que había tenido su ejército.
Al parecer, todo empezó cuando su raza conquistó a los Tsufur y asimiló su tecnología. A partir de esa incomparable evolución causal, los saiyans aprendieron a organizar su ejército y buscar nuevas formas de expandir su dominio por todo el universo. De esta forma, con el tiempo, se crearon las Tres Grandes Divisiones, cada una encabezada por el soldado que más preparado estuviese. El más fuerte, el más inteligente, el más poderoso de los saiyans en su campo.
Y toda la sociedad del planeta Vegeta giraba entorno a esta repartición. Todos y cada uno de los habitantes pertenecían a una División u otra. Y para saber a cual pertenecía cada cual, había que esperar, como máximo, a los doce años de edad. Era entonces cuando, dependiendo de tu nivel de fuerza y tus experiencias, eras designado a una parte del ejército para cumplir tu función social allí. Y las opciones, como ya sabía Vegeta, eran:
-División de Ataque, dirigida por el general Zorn y cuya misión era, obviamente, la de luchar y destruir a todo enemigo del imperio saiya.
Esta era la división en la que la mayoría de los saiyans estaban incluidos. Solo aquellos que por ser mestizos o por otros azares del destino tenían una fuerza realmente baja, eran excluidos de ella.
Esta rama, aunque con una operativa militar reformada, seguía manteniendo las antiguas costumbres saiyans de guerra: el ataque por manadas. Todos los miembros de la División de Ataque debían estar agrupados en escuadrones de número variable en los que debía haber un jefe de manada o Líder Alpha, el único soldado que dominaría la luz de luna artificial y que debía ser elegido por el resto de su equipo por votación o por Desafío.
Y todos los Líderes Alpha serían los encargados de dirigir a sus respectivos grupos y transmitirles las órdenes de Zorn.
-División de Defensa, por lo que podía recordar Vegeta, estaba dirigida por esa tal Artíkone, pero su duración fue muy corta ya que, al morir su líder, nadie pudo continuar con su labor y se disolvió. Sus miembros eran saiyans cuyas energías eran diferentes a los demás, más puras y menos rabiosas, con un halo especial.
Eran soldados que se apoyaban en la tecnología y cuya función era la de investigar las fuentes de energía, religión, ciencia, poderes y características de todas las razas con las que los saiyans estaban en contacto. Además, la División de Defensa tenía la misión de encontrar nuevas vías para la potenciación del poder interior saiya, así como la de salvaguardar y proteger la existencia de su especie.
Eran los más inteligentes, los que más comunión tenían con su ki. Eran tecnócratas y, para muchos, incluso hechiceros.
- División de Exploración, era, como su propio nombre indicaba, la encargada del reconocimiento de los diferentes planetas que iban apareciendo durante la expansión del imperio.
Sus miembros no se distinguían por ser los más poderosos del ejército, si no los más capaces. Eran soldados con habilidades únicas para la supervivencia, el subterfugio, el espionaje y, en algunos caos, también la diplomacia. Debían ser resolutivos y astutos, así como tener una capacidad de procesamiento y observación fuera de lo común. Y, por supuesto, solo podían depender de sí mismos ya que, al contrario que los soldados de la División de Ataque, ellos siempre trabajaban solos.
Su misión era descubrir los puntos flacos de los planetas aún por conquistar y enviar informes para que su General pudiese evaluar la situación y crear un plan de ataque para que las manadas enviadas no tuviesen ningún contratiempo.
Vegeta miró a Turles y a su padre. –¿Y Succe? ¿Qué función tiene ahora ese viejo carcamal?
-Ninguna –respondió el rey-. Ya te dije que estaba muerto, y no pienso traerlo de vuelta. Su caída fue fruto de las leyes de nuestro pueblo y Turles creyó que no merecía vivir. Y así será. Si no fue merecedor de mantener su posición, entonces no es digno de pertenecer a nuestro ejército. Ningún saiya que haya caído con deshonor volverá a la vida.
Vegeta negó con la cabeza. ¿Así era él antes? ¿Era tan inhumano y tan cínico?
Entonces, los localizadores empezaron a pitar uno a uno.
-Majestad, Kakarot y el namekiano que le acompaña han debido destruir a todos los Metal Cooler –anunció Turles.
-Bien, ya sabéis que hacer. Zorn o tú, id tras ese tal Goku. En lo que respecta al namekiano, creo que podemos jugar un poco con él –y la sonrisa del rey se tornó diabólica.
-Majestad –intervino la general Artíkone-, si me lo permite, me gustaría enfrentarme yo a Kakarot.
-¡¿Tú?! –preguntó Zorn, atónito-. Eres la General de Defensa, tu fuerza de combate y tus habilidades en la lucha no son lo suficientemente grandes como para enfrentarte a un enemigo como él.
Ella se dio la vuelta y se encaró con su compañero de armas. Y con tan solo su fría mirada hizo que Zorn tragase saliva.
-Necesito enfrentarme a él, Zorn –le respondió ella-. Y créeme, llegué a ser general por algo más que por mi inteligencia. Estoy más que preparada para enfrentarme a él.
-Coincido con Zorn –añadió Turles-, Kakarot no es un rival común, siempre tiene un as bajo la manga. Tú no podrás contra él –le advirtió a su compañera.
Pero Artíkone solo sonrió y salió volando de allí.
-¡Siempre tan terca! –gruño Zorn al verla marchar-. Iré tras ella.
Sin embargo, el rey Vegeta alzó su brazo y paró su camino.
-Déjala marchar. Ella no solo es también un general, sino un saiya. Quiere luchar. Permitámosle que lo haga. Si ella cree que podrá salir victoriosa de esta batalla, que luche. Y si no, que muera con honor.
Y tras sus palabras, el rey se dio media vuelta.
Y quizás porque todos estaban enfrascados en aquella situación, ninguno de ellos se dio cuenta de que, sobre una colina no muy lejana, un nuevo enemigo esperaba el momento justo para atacar.