viernes, 26 de junio de 2009

Capítulo 4


El viaje a Namek.
Cara a cara con el nuevo enemigo.



Goku volvió a mirar al cielo. Algo anda mal, se dijo a sí mismo. Sin embargo, no pudo sentir energía alguna. Nada parecía romper la armonía y equilibrio de la pura y constante energía del planeta. Ninguna distorsión. Ninguna lucha. Pero entonces, ¿por qué Oob tardaba tanto?
Habían estado toda la mañana con el maestro Mutenroshi, al que habían recogido junto con Umigame de lo que quedaba de la Kame House. Krilin, quién avisó de lo ocurrido, lo había llevado al hospital de Ciudad del Este y aún ninguno de ellos había despertado.
Al parecer, lo único que dijo el maestro fue: “no tienen energía. No podemos detectarles...”. Y Goku, al escucharlo de su amigo, se estremeció.
No sabía exactamente que quería decir, pero pensar que los saiyans fuesen, además, invisibles, hacía que se le erizase la piel.
Chichi, Dende, Mutenroshi,...Los saiyans habían empezado su regreso tiñéndolo todo de carmesí. Y eso no era más que el principio.
Y Goku sabía que si existía alguien que podría marcar la diferencia en esa guerra, ese era Oob.
Todos estaban reunidos desde hacía ya rato en el jardín de la Capsule Corp. Bulma y el Dr. Brief habían estado trabajando sin descanso para terminar una nave espacial que les permitiese llegar a Namek en el menor tiempo posible. Y, como ya era costumbre, la científica no defraudo. Tomando el modelo anterior como referencia, Bulma había fabricado una nave de similar apariencia pero con un tamaño y una potencia muy superiores. Ahora, el vehículo podría llevarles hasta el lejano planeta en tan solo un día. Y aquello era toda una revolución en el campo de viajes intergalácticos.
-Papá –Gohan le cogió del hombro y miró hacia donde apuntaban los ojos de Goku-, si tan preocupado estás, ¿por qué no vas a buscarle?
-No, él dijo que si finalmente vendría, estaría aquí a tiempo –Goku miró a su hijo y le sonrió con cierta tristeza-. No ha venido y tampoco siento a su ki dirigiéndose hacia aquí. Así que supongo que preferirá quedarse.
-Pero papá –replicó Gohan-, si tan importante crees que es, ve con la transmisión instantánea y habla con él. Si tú se lo pides, sé que aceptará venir.
-Creo que él será el defensor que la Tierra necesitará en un futuro, pero no puedo obligarle a luchar ahora. Contigo aprendí una cosa, hijo, y es que él es solo un niño. No puedo ni quiero poner ahora tanta responsabilidad sobre sus hombros. Me equivoqué contigo y tanto con Goten como con él no quiero repetir el mismo error. Dejemos que él decida.
Y mientras Goku y Gohan volvían con el resto y continuaban despidiéndose, Vegeta permanecía, como todo el tiempo desde que se enteró de la noticia, apartado y pensativo. La noticia de que su raza existiese de nuevo había conseguido remover los férreos cimientos que había construido como terrestre.
Pero ahora toda su gente vivía de nuevo.
Sus guerreros, sus súbditos, su padre...Vegeta nunca les había dado importancia hasta que años después de la destrucción de su planeta necesitó un pueblo al que liderar en la conquista del universo y en la oposición al tirano Freezer. ¿Qué debía hacer ahora? De alguna extraña manera su orgullo saiyan estaba floreciendo de nuevo y, si era cierto que los suyos existían de nuevo, le avergonzaría que le vieran como alguien sensible y débil. Era una extraña marea de sentimientos. Quería volver a ser quien era antes pero, por una vez en su vida, había encajado en un lugar.
Casi media hora después, Piccolo apremió a Goku.
-Debemos irnos cuanto antes, Goku –le dijo el namekiano-. No podemos seguir esperando a Oob por más tiempo, o de lo contrario tendrás que llevarnos a todos con tu Shunkan Ido hasta Namek.
-Sabes que no puedo, Piccolo –contestó el saiya-. Cuando traje a Dende para que fuese el nuevo Dios de la Tierra me di cuenta de que un viaje tan largo deja graves secuelas en la salud. Imagínate si esta vez lo hiciese transportando a más personas conmigo.
-En ese caso, debemos marchar ya. Mi pueblo está en peligro.
Goku asintió y se dirigió a todos los presentes.
-Ha llegado el momento, debemos partir –Goku habló con solemnidad-. Vegeta, Gohan, Piccolo y yo viajaremos hasta Nuevo Namek e investigaremos todo lo que está sucediendo. Los demás. Tien, Chaoz, Boo, Krilin, Videl y A-18, quedaos aquí y proteged la Tierra de cualquier otra clase de invasión. Y, por favor, tened mucho cuidado.
-Tranquilo, Goku, no te defraudaremos –respondió un sonriente Krilin.
-Un momento –interrumpió Videl, de repente-, si Oob no va con vosotros, tenéis espacio para uno más en la nave. ¿Podría ir yo? –preguntó visiblemente ilusionada-. Nunca he viajado por el espacio.
-No, Videl –contestó Gohan de inmediato y de una manera tajante-. Ya hemos hablado antes de esto. No sabemos lo peligroso que podrá ser.
-Déjala venir, Gohan –intervino Goku-. Si en el tiempo en que tardemos en preparar la nave Oob no ha venido, deja que viaje con nosotros. Al fin y al cabo, nos tiene a todos nosotros para protegerla.
Y Gohan, a regañadientes, cedió.



Lejos de allí, en el árido desierto del este, Oob sujetaba las temblorosas manos de su madre mientras no podía impedir que las lágrimas aflorasen en su rostro.
-¿Seguro que estarás bien, mamá? –le preguntó con dificultad a causa de la congoja.
-Vete, mi niño. Hay algo mucho más importante de lo que debes hacerte cargo ahora que de tu enferma madre –y la mujer no pudo reprimir sus fuertes tosidos.
Oob se asustó y sus ya enrojecidos ojos se abrieron de par en par. -¡Mamá!
-No te preocupes, Oob. De verdad, estaré bien.
Y los otros habitantes de la aldea rodearon a la mujer y le mostraron a Oob con hechos que ellos cuidarían de su madre en su ausencia.
-No quiero dejarte –le confesó con preocupación.
-Pero debes hacerlo. Recuerda lo que te dijo Goku: “tú serás quién salve a la Tierra en un futuro. Eres el único con ese potencial”. Y, además, él quiere que vayas. Y sé que mi hijo no sería así de irrespetuoso con su maestro.
Oob miró fijamente a su madre antes de abrazarla. Y segundos después de sentir el calor y cariño que le profesaba, le dio un beso en la mejilla y salió volando de allí.
Oob sabía que su madre tenía toda la razón. Si Goku le había pedido su ayuda era porque realmente la necesitaba. Y él no podía negársela. No a Goku, quién tanto había hecho por su familia y por su pueblo.
Sin embargo, tras pocos segundos de marcha, alguien apareció de la nada y se interpuso en su camino. Y Oob, al verle, quedó petrificado.
Era Gohan, pero de una bizarra manera. Tanto su kimono como su energía se le parecían, pero este extraño Gohan tenía una esencia mucho más violenta.
Y cuando Oob se percató de que le faltaba un brazo, sus dudas se despejaron. Debía ser otro truco de esos saiyans. Otro efecto más de los deseos que pidieron.
-No sé quién eres ni qué pretendes, pero te diré algo, tu intento de hacerte pasar por Gohan ha fracasado.


Y Gohan rió. –Te equivocas, Oob. Soy Gohan, pero no el que tú conoces.
-¿Qué estás diciendo? –preguntó confuso.
Pero el extraño no volvió a mediar palabra.
Gohan se abalanzó contra Oob en una alocada maniobra. Sin embargo, antes de que el pequeño guerrero de color pudiese defenderse, desapareció.
Oob, desorientado, concentró toda su energía para detectarle. Pero, antes de que pudiese reaccionar, Gohan apareció detrás suya y de un certero golpe en su cuello le dejó inconsciente.
Y para Oob todo se hizo tinieblas.



Casi un día después, cuando la nave Capsule Corporation 008 llegó a la orbita de Namek, Goku y los demás divisaron desde las ventanillas como el verdoso planeta estaba rodeado por unos gigantescos tentáculos de metal.
-Otra vez no... –acertó a decir un desconcertado Goku.
-¿Qué demonios son esos tentáculos? –preguntó Videl.
-Un viejo enemigo –contestó Gohan con simpleza.
-El Big Gete Star... –gruño Piccolo-. Lo van a pagar muy caro.
Pocos minutos después, Gohan hizo aterrizar la esférica nave en el planeta. Antes de que ninguno pudiese reaccionar, Piccolo descendió y comenzó a otear los alrededores. Todo parecía estar en una falsa calma.
Su llegada no había pasado inadvertida, de eso estaba seguro. Sin embargo, no sentía ninguna fuerza acercarse a ellos. Lo único de lo que sus sentidos le alertaban era de que esos extraños tentáculos estaban entrando en el mismísimo núcleo del planeta para conseguir energía.
Goku salió tras él y miró fijamente al horizonte.
-Nada. Tampoco siento nada.
-Quizás lo que dijo el maestro Mutenroshi fue cierto, Goku. Quizás esos saiyans sepan hacerse indetectables.
Y Goku tragó saliva rezando que Piccolo estuviese equivocado.
Gohan y Videl no tardaron en salir y ponerse a su lado. Mientras, Vegeta se apartaba de todos ellos cruzado de brazos.
-Deberíamos dividirnos –propuso Gohan-. Si no les detectamos gracias a nuestro poder espiritual, tendremos que hacerlo con nuestros sentidos.
-Tienes razón. Pongámonos en marcha –asintió su padre.
-UH996713G –dijo Vegeta.
Goku, Gohan y Videl se giraron extrañados.
-¿Qué has dicho, Vegeta? –preguntó Goku.
-Esas eran las coordenadas de mi planeta en una nave de transporte de clase 4. Me he llevado todo el viaje desde la Tierra tratando de recordarlas, pero no ha sido hasta llegar aquí cuando lo he hecho –y Vegeta sonrió-. Debe ser porque cuando llegué aquí tras haber sobrevivido al combate que tuvimos en la Tierra, lo único que tenía en mente era que ningún otro saiya podría ver como su príncipe aniquilaba finalmente a ese maldito Freezer. Y en aquel momento, por un instante, pensé en cambiar mi deseo de inmortalidad por la veneración de un pueblo.
Y en ese instante, unas extrañas fuerzas aparecieron de la nada muy cerca de su posición.
-¡Les siento! –exclamó Piccolo.
-Si, son tres fuerzas menores. ¡Y se acercan a nosotros! –aclaró Gohan mientras Videl les miraba como si hablasen en otro idioma.
Y pocos segundos después, tres soldados vestidos con armaduras bajaron del cielo y se pusieron frente a ellos.
Uno, bajo y corpulento; otro, alto y escuálido. El tercero, el que imponía más, era el único que no llevaba rastreador y tenía todo su cuerpo cubierto de cicatrices.
Pero Vegeta en ese momento ni siquiera les miraba a ellos. Su vista estaba puesta en aquello que todos llevaban alrededor de su cintura: su cola.
Y sus ojos no pudieron abrirse más por la emoción.
¡Eran saiyans! ¡Eran guerreros del planeta Vegeta! ¡De su planeta!
Todo lo que ese Pilaf había dicho era cierto. Su imperio había regresado.
Y un tsunami de diferentes sentimientos agitó el interior del príncipe saiya.
-Vaya, vaya. Estos deben ser los que tanto tiempo nos llevan avisando que vendrían –dijo con voz chulesca el más bajito.
-Idiotas –les insultó el delgaducho-. Saben que luchan contra los saiyans y aún así deciden venir.
Y ambos empezaron a reír como hienas.
Entonces, Vegeta se abrió paso entre sus compañeros y los saiyans, al verle, quedaron estupefactos.
-Ma..Majestad, ¿es usted? –dijo el que estaba lleno de cicatrices.
-Es el príncipe Vegeta –articulo el más bajito.
E ipso facto, los tres le rindieron pleitesía.
Vegeta los miró extrañado. Hacía mucho tiempo, demasiado ya, que nadie ejecutaba el protocolo adecuado a su clase, y ahora se le hacía incluso incómodo que le tuviesen tal respeto.
-¿Dónde está vuestro líder? –preguntó Goku con semblante serio.
Los tres saiyans se levantaron y le devolvieron el duro gesto.
-No te preocupes por nuestro rey, le conocerás tarde o temprano –dijo el alto mientras activaba su rastreador.
Vegeta admiró la tecnología y quedó sorprendido.
-Eso no son scouters normales –explicó-. Esos rastreadores son diferentes. Mucho más modernos.
-Exacto, majestad –explicó el saiya de las cicatrices-. A diferencia de los antiguos, estos rastreadores miden la fuerza espiritual y física de un oponente y hace una estimación aproximada de todo su potencial. Ahora ningún rival podrá engañarnos.
-Tienen un poder de 31000, 24000, 47000 y 187 preikes –dijo el saiya alto y delgado refiriéndose a Piccolo, Goku, Gohan y Videl, respectivamente-. Pero el namekiano y los otros dos pueden aumentar su energía notablemente, sobre todo el saiya puro. La chica no supone peligro alguno.
-Han cambiado la unidad de medición –apuntó Vegeta-. Ahora utilizan la que los tsufur tenían para medir la energía del universo.
Los saiyans rieron. –Sois muy fuertes –dijo el bajito-, será interesante obligaros a obedecer a nuestro rey.
-Por fin un buen combate. Lo estaba desando desde que volví a la vida –dijo el de las cicatrices.
Y los tres se lanzaron a por los guerreros Z.
Pero a los pocos compases de batalla, Goku ya tenía dos cosas claras. Una, aquellos guerreros del espacio habían obviado por completo a Vegeta. No tenían intención alguna de atacarle. Y dos, sus movimientos, aunque salvajes y atrevidos, solo era una tapadera para sus verdaderas intenciones: coger a Videl.
Tenía sentido. Utilizando sus rastreadores se habían percatado de que no tendrían la fuerza necesaria para acabar con ellos, y ahora buscaban otra forma de que ganar esa batalla.
Una táctica sucia, sin duda, pero seguramente les diese resultado.
Sin embargo, y para sorpresa de ellos, Vegeta no tardó en sumarse a la refriega y con unos pocos golpes consiguió tumbar a los tres.
Piccolo cogió al saiya de las cicatrices por el cuello y lo alzó en vilo.
-Ya hemos perdido demasiado tiempo con vosotros. ¡Dinos dónde está tu rey!
-Al...Al norte...
-¿Y dónde están Goten y Trunks? ¿Dónde habéis llevado a los niños que raptasteis de la Tierra? –Goku se acercó a ellos con actitud intimidante.
-No os lo diremos...
Piccolo alzó la otra mano e hizo brotar una bola de energía en ella. –Es la única forma que tenéis de seguir viviendo. Dínoslo y os dejaremos a vuestra suerte.
-Se los llevaron al planeta Vegeta... –contestó rápidamente.
Y en ese instante, un rayo de energía cruzó entre los héroes y alcanzó al saiya. Cuando miraron quién era el culpable, quedaron petrificados.
-¡Turles! –gritaron al unísono.


-Parece que ese insignificante traidor ha hablado más de la cuenta –habló el saiya que era la viva imagen de Goku.
-No puedo creerlo. Has vuelto a la vida –murmuró Goku.
-Y más poderoso, Kakarot. Mucho más –sonrió diabólicamente.
Vegeta se puso entre ellos.
-¿Es verdad que mi padre está vivo? ¿Está aquí? –preguntó con voz ausente.
-Si, mi príncipe. Le está esperando.
Sin más dilación y sin saber adónde se dirigía, Vegeta salió volando de allí.
-¡Vegeta, espera! –le alertó Goku, quién ya se disponía a seguirle.
-No, lo siento –dijo Turles alzando el vuelo y tapando su movimiento-. Vosotros os quedáis aquí. Tenéis compañía – y señaló atrás de ellos antes de salir tras Vegeta.
Cuando se volvieron, a su espalda les esperaban más de cincuenta Metal Cooler a punto de saltar sobre ellos.
-Mierda –articuló Gohan entre dientes.
-Gohan, Videl y tú coged la nave e id al planeta Vegeta utilizando las coordenadas que Vegeta dio antes. Hay que salvar a Goten y Trunks –ordenó Goku.
-¿Y vosotros?
-Nos las arreglaremos aquí. Tranquilo.
Gohan cogió a Videl y obedeció a su padre.
Piccolo y Goku se miraron, sonrieron, y se lanzaron a por los Metal Cooler. Y dio lugar una tremenda colisión que hizo temblar a todo el planeta.
Mientras tanto, Turles alcanzó a Vegeta y, sin mediar palabra, le guió hasta la ubicación de su padre. Y allí, en una gigantesca isla desprovista de árboles, se encontraba una enorme nave circular rodeada de saiyans.
Vegeta aterrizó y miró nervioso hacia todos lados. Y entonces, desde la oscuridad del interior de la nave, el rey Vegeta salió al exterior en actitud hinchada y triunfante y fue al encuentro de su hijo.
-Sabía que vendrías, hijo mío –habló con orgullo el rey saiya.
Y Vegeta, boquiabierto, sintió como dos lágrimas resbalaban por sus mejillas.