El espíritu de las nieves.
Un héroe inesperado.
Un héroe inesperado.
Los gritos retumbaban es su cabeza como las olas chocando incesantemente contra las rocas. Una y otra vez, insistiendo con vehemencia en una tarea imposible. Sin embargo, a Freezer esos chillidos si que le estaban haciendo mella.
Cuando recuperó la consciencia y abrió los ojos, se encontró en mitad de la nieve, cubierto completamente por un frió manto de hielo. Su cuerpo estaba malherido y solo el insoportable dolor que sentía le obligaba a permanecer despierto. Al menos -se dijo a sí mismo-, estoy vivo.
Freezer se levantó y de manera renqueante comenzó a caminar por las blancas colinas que había a su alrededor. Y, de nuevo, volvieron los gritos. Provenían de un sitio cercano, muy próximo a dónde él estaba. No sabía que podía ser pero debía pedir auxilio de inmediato o quedaría sepultado en la nieve para siempre. No tenía fuerzas suficientes para seguir andando mucho más así que, por poco que le gustase la idea, debía encontrar a los saiyans y pedirles que le curasen. Él no podía morir, pero podía sufrir como todo el mundo y sin una máquina de recuperación o energía tsufur que curase sus heridas, podía quedar en letargo durante mucho tiempo. Paralizado durante toda la eternidad, quizás.
La mera idea hizo temblar a Freezer y, tanto como sus fuerzas le permitieron, apresuró su marcha.
Cuando hubo sobrepasado la colina que le separaba de los ruidos, solo acertó a ver como un pequeño poblado estaba siendo atacado por las fuerzas saiyans. Lentamente, se acercó hacia el pueblo buscando a los autores de la masacre. Pero solo vio a saibaimanes. Esperando encontrar a un asqueroso mono que guiase a esas criaturas, Freezer se adentró más y más en la aldea. Entonces, los saibaimanes le vieron y como si de un enemigo más se tratase se lanzaron a por él.
-¡Estúpidos! –les gritó Freezer-. Voy con vosotros –pero, quizás por el ruido o quizás por la corta inteligencia de las criaturas, ningún saibaiman le escuchó.
Freezer empezó a luchar con ellos. Con cada golpe tumbaba a uno, pero eran demasiados y él apenas podía mantenerse en pie. Continuó moviéndose por la nieve, saltando mientras golpeaba a esos carroñeros verdes y aplastaba sus cabezas. Pero a cada segundo que pasaba, el ex tirano contemplaba más cerca su fin.
Una decena de bichos saltaron sobre él y le sepultaron. Freezer utilizó casi toda la fuerza que le quedaba y se deshizo de ellos, desintregrándolos con su poderosa aura.
Y después de la batalla todo fue oscuridad.
-Toma esto, te sentará bien –dijo una dulce voz de mujer y de inmediato sintió como algún tipo de líquido caliente bajaba por su garganta.
-No estoy seguro de que podamos fiarnos de él, Suno –habló una segunda voz, mucho mas lenta y cavernosa.
-Es él, Hatchan. Es el espíritu de las nieves.
-¿El espíritu de las nieves? ¿Estás segura?
-Completamente –respondió la voz de la chica-. Hace tiempo, cuando nuestra aldea estaba en peligro, recé al espíritu de las nieves para que nos salvase y nos envió a Goku. Ahora le rogado de nuevo que nos prestase su ayuda y ha venido él mismo a salvarnos.
-Es que hay algo en él que no me convence –manifestó el hombre de voz potente.
-Hatchan, el espíritu ha sido quien nos ha librado de los enemigos del pueblo. ¡Nos ha salvado! ¿Qué más pruebas necesitas?
Freezer abrió con cuidado los ojos y se encontró metido en una cama y tapado con una gruesa manta. A su lado, sosteniendo un humeante plato de sopa, se encontraba una bella chica discutiendo con un hombre alto y corpulento con una cicatriz en su frente. Cuando la chica se percató de que había despertado, le sonrió y se acercó a él.
-¡Espíritu de las nieves! ¡Despertaste!
-Freezer...Mi nombre es Freezer...-masculló débilmente.
-Perdóneme, Sr. Freezer. No volverá a ocurrir –le dijo con una sonrisa-. ¿Cómo se encuentra?
-Mejor... –Freezer no sabía que decir. ¿Por qué le trataban cómo a un desvalido? Esa gente no sabía lo que hacía.
-En nombre de todo mi pueblo quiero agradecerle el que nos haya salvado. Gracias por contestar a mis súplicas.
-Debo...Irme y...Luchar... –Freezer apenas podía hablar. Las fuerzas que tenía eran muy justas.
-De eso nada, Sr. Freezer –le regañó amablemente la chica-. Usted nos ha salvado y ahora está herido. Es el turno de que podamos devolverle el favor y cuidemos de usted. Ya nos salvará cuando recupere sus fuerzas.
La chica le sonrió, se acercó y le dio un beso en su fría mejilla.
-Iré a preparar algo más de sopa y le pediré a la abuela ese remedio que dice que tiene. Esperadme aquí.
Hatchan asintió levemente con su cabeza y cuando la joven se hubo marchado miró fijamente a Freezer.
-No sé quién eres, Freezer, pero dudo que seas el espíritu del que habla Suno.
-Tú...Tú no eres humano...
-Vaya, si has podido sentir eso es que eres realmente fuerte.
-¿Dónde estoy, robot? –preguntó Freezer con dificultad.
-No soy un robot. Me llamo Hatchan. Y estás en Jingle Town.
-Tengo que salir de aquí... –dijo mientras se levantaba de la cama.
-¡Ni hablar! Suno está muy preocupada por ti y se está tomando muchas molestias en cuidarte –Hatchan se acercó a Freezer y trató de retenerlo.
-¡Apartate, trasto inútil! –Freezer empujó al gigantesco robot y se acercó a la ventana, la abrió y saltó por ella.
Cuando hubo caminado solo unos metros, Hatchan le alcanzó.
-Por favor, quédate. Estás muy débil y herido. No duraras mucho tiempo con este tiempo.
-No quiero vuestra clemencia, robot –dijo Freezer mientras veía sangrar sus heridas.
-Suno solo quiere agradecerte que hayas salvado a su pueblo. Quédate por ella. Por el pueblo. Todos creen que eres su espíritu guardián. Su salvador.
-¡Yo no soy el héroe de nadie! –le espetó a Hatchan.
-Pero ellos lo creen así. Si te vas, volverán a sentirse solos y desamparados. Si Suno no te hubiese salvado cuando caíste inconsciente tras la lucha con los monstruos verdes, hubieses muerto. Se lo debes, Freezer.
-Yo no le debo nada a nadie. Y menos a una estúpida niña.
-Entonces, te llevaré a que te cures a la fuerza. Hatchan le dio un puñetazo y, de nuevo, todo se fundió en un espeso negro.
Debido a las múltiples heridas que sufría, Freezer no fue rival para el simple robot Hatchan. Éste, cuando le venció, le llevo de vuelta al poblado y, sin que nadie se hubiese enterado, le devolvió a la cama. Cuando Suno llegó de nuevo y Freezer despertó, ni éste último ni Hatchan hablaron sobre el incidente ocurrido. No hubo más intentos de fuga.
Durante horas, Freezer y Suno se quedaron charlando sobre la historia de la aldea, la de Hatchan y la de ella misma cuando fue ayudada por Goku. Durante ese tiempo, Freezer se fue encontrando cada vez más y más cómodo en compañía de la chica e incluso, sorprendiéndose a si mismo, llegó a reír. Su pasado, todo lo ocurrido con Gohan,...Todo parecía ahora muy lejano. En ese instante solo tenía una cosa en mente y era aquella chica quién, sin saber nada de él, le estaba cuidando con tanto cariño. Y, asombrosamente, parecía gustarle.
Un rato después alguien llegó a la casa de Suno. Ella fue a recibirle y minutos después entró en la habitación. En su mano llevaba un trozo de alubia.
-Espíri...Perdón, Freezer –rectificó con una sonrisa-. Una señora del pueblo me ha dado esto para usted. Dice que hace años encontró estas habichuelas muy, muy lejos de aquí. Y, al parecer, contienen propiedades curativas mágicas. Desgraciadamente esto es lo único que le queda.
Pero Freezer ya sabía lo que era. Tanto en su lucha de Namek como cuando veía a Goku luchar desde el infierno, Freezer observó las propiedades de tales alubias. Sin demorarse, se acercó a Suno, le pidió el trozo de habichuela y se lo comió. En pocos segundos, Freezer se encontró mucho mejor.
-¡Funciona! –dijo Suno mientras se abrazaba con Freezer.
-Si, funciona –dijo Freezer en un tono muy gélido.
-¡Estás mejor! Me alegro mucho por ti. Voy a darle las gracias a la abuela por este remedio.
Suno salió por la puerta y dejó a Freezer y a Hatchan solos en la habitación. Ambos se quedaron de pie cruzándose sus miradas.
-¿Y ahora? –preguntó el robot con algo de miedo en su voz.
Y Freezer sonrió maliciosamente.