Un ataque bien planeado.
¡Cuidado! ¡El pasado ha vuelto!
¡Cuidado! ¡El pasado ha vuelto!
El viento soplaba con fuerza en las verdes y soleadas llanuras al suroeste del único continente del planeta. El bucólico lugar estaba lleno de árboles frutales, preciosas flores y algunos animales que habían salido de sus refugios en busca de la reparadora energía del sol que bañaba esas praderas. Un verdadero Edén perdido en mitad de la Tierra.
Pero dentro de ese paraíso terrenal había aparecido algo que asustaba a los animales: las explosiones de luz. Pequeños estallidos de energía que aparecían aleatoriamente en el cielo y que despedían una gran fuerza. Y una y otra vez, esos fogonazos iban surgiendo en el azul firmamento, asustando a los animales y haciéndoles huir.
Para el ojo de alguien no entrenado, aquel suceso podría ser lo más extraño que hubiese visto jamás. Para personas como las que estaban produciendo esas explosiones, seguramente sería uno de los mejores combates que jamás hubiesen visto.
Goku y Gohan estaban librando una dura pelea, llevando sus fuerzas al límite con cada movimiento. Padre e hijo volaban de un lado a otro del cielo, llevando la contienda lejos de las llanuras y de los animales, pero sin escatimar esfuerzos. Aquel duelo era muy importante para ambos. Aquel combate decidiría quién llevaba razón. Y ninguno quería quedar por debajo.
Habían pasado ya dos años desde la muerte de Boo, pero ambos, al igual que todos sus amigos, habían decidido no dejar de entrenar y prepararse para afrontar posibles futuras amenazas. Pero era precisamente en la manera en la que se estaban preparando por la que surgían las disputas entre los dos.
Gohan achacaba a su padre que había estado demasiado ocupado aleccionando a Oob y, por lo tanto, descuidando su propio entrenamiento. Y Goku, por su parte, defendía que una de las mejores formas de aprender, era enseñar.
-Estas más lento, papá –dijo Gohan mientras se paraba en el aire.
-Pero aún soy lo suficientemente veloz como para ponerte en apuros, hijo –le contestó Goku mientras con su puño se tocaba su dolorida barbilla.
-Si apenas has podido tocarme –le dijo Gohan con saña-. He sido yo quién ha llevado la iniciativa durante toda la pelea.
-Es cierto, pero yo todavía no me he transformado ni una sola vez –respondió Goku con soberbia.
Los dos se miraron fijamente unos instantes, escudriñándose, examinándose. Ahora sería el asalto definitivo y tenían que estar preparados.
-¿Puedo preguntarte algo antes de seguir, papa?
-Claro, lo que quieras.
-¿Por qué llevas ahora ese extraño kimono? –preguntó Gohan cortando la tensión del momento-. Además, te queda algo ceñido, ¿no?
Goku se echó la mano hacia atrás de la cabeza y comenzó a reír. –Es que tu madre me obligo a hacer cosas en casa y puse mal la lavadora. Y ahora algo de su ropa ha teñido mi kimono nuevo y encima se ha encogido.
Y los dos rompieron en carcajadas.
Entonces, algo llamó la atención de ambos. Y Goku y Gohan, preocupados, miraron fijamente al horizonte.
-¡¿Qué son esas energías?! –exclamó Goku alarmado.
-¡Están esparcidas por todo el planeta! –le secundó Gohan mientras miraba nervioso hacia todos lados.
Goku cerró los ojos y se concentró en detectar todas aquellas fuerzas que habían aparecido de golpe.
-Sus energías son extrañas y muy débiles –apuntó Goku, quién aún seguía en un estado parecido al trance-. Jamás había percibido unas energías tan raras. Es como si sus propias existencias amenazasen a la vida del planeta. Es muy extraño.
Entonces, Gohan dio un respingo. -¡Padre! ¡Están liberando mucho ki! ¡Están atacando la Tierra!
-¡Y están por todos lados! ¡Son muchísimas! –gritó Goku, abriendo sus ojos por el miedo-. ¡Y algunas de ellas se están sacrificando para causar un mayor daño!
-Hay que hacer algo, padre.
-Dividámonos. Supongo que no seremos los únicos que las han sentido y los demás también estarán tomando cartas en el asunto. Si notan como tú y yo vamos a diferentes puntos, quizás ellos también se separen para así poder abarcar más espacio.
-Muy bien. Yo iré a Satan City, estoy preocupado por Videl y por su padre.
-Goten y Trunks están con tu madre, así que no temo por ellos -señaló Goku-. Yo me teletransportaré a Ciudad del Oeste y veré a Bulma. Hay muchas energía concentradas allí y quizás ella y Vegeta sepan algo.
Y padre e hijo separaron sus caminos.
Cuando Goku apareció en mitad del cielo que gobernaba Ciudad del Oeste quedó horrorizado por lo que captaban sus ojos. La gente corría de un lado a otro asustada, gritando sin control y llorando por el terrible sufrimiento que aquel inesperado ataque había provocado. Un hecho que, de seguro, ya había cambiado la vida de muchos para siempre.
Los edificios ardían, los cadáveres abarrotaban las calles y las luces parpadeantes de policías y ambulancias se repartían por doquier a lo largo de la ciudad, como farolillos de salvación que iluminaban aquel dantesco escenario.
Algo hizo reaccionar a Goku. El héroe notó como el aire cambiaba a su espalda a la vez que un casi inaudible pitido iba haciéndose más fuerte. Y cuando Goku giró para ver de qué se trataba, esquivó in extremis algo verde que se dirigía hacia él.
-¡Despierta, Kakarot! –dijo Vegeta bajo sus pies-. ¡No es momento para lamentarse!
-¡Vegeta! –Goku se giró hacia él con los ojos como platos-. ¡Casi me das con esa cosa!
-¡Esa cosa que te he lanzado era un saibaiman muerto! –exclamó con preocupación-. ¡Y lo que tú deberías estar haciendo es ayudarme a exterminarlos antes de que destruyan este planeta!
Goku bajo del cielo y se puso junto a él.
-Veo que estas al cien por cien, Vegeta. Has vencido sin transformarte siquiera. Vegeta se gira con desdén hacia Goku. -No necesito recurrir a una fuerza mayor para derrotar a esta escoria, Kakarot.
Mientras oteaba todo el desastre a su alrededor, el saiya criado en la Tierra se dirigió de nuevo a su amigo.
-¿Qué esta pasando, Vegeta?
-No lo sé. Han aparecido sin más. Cientos de ellos, atacando sin motivo alguno a todo lo que veían por delante. Tal y como lo hacían antaño, cuando tratábamos de reducir una población para la conquista de un planeta.
-¿Y cómo han llegado esos seres hasta aquí? ¿De dónde han salido?
-Tampoco lo sé –respondió el príncipe saiya con una mezcla de rabia e impotencia-. Los saibaimanes eran la carne de cañón en nuestras guerras. No sabía que alguien más hubiese podido obtener su lealtad.
Y entonces, las cosas empeoraron aún más. Oscuras y densas nubes provenientes de ningún lugar inundaron el cielo hasta cubrirlo por completo de oscuridad. Ninguna luz traspasaba esa barrera de tinieblas, ninguna estrella brillaba en esa noche creada. Y extrañados, Goku y Vegeta cruzaron sus miradas pues aquel hecho climatológico tan singular solo podía significar una cosa: alguien estaba utilizando las bolas de dragón.
Videl estaba exhausta. ¿A cuántos había vencido ya? No estaba segura. Lo único realmente cierto era que aquellos bichos verdes parecían no acabarse nunca. ¡Estaban por todos lados!
Una patada en el estómago y otra en la cabeza terminaron por tumbar al último que le había hecho frente, y la heroína cayó hincando su rodilla en el suelo mientras jadeaba a causa del cansancio. Por lo que había aprendido en los últimos minutos, no tendría más de treinta segundos antes de que apareciese el siguiente bicho de turno. Y esos segundos, por pocos que fuesen, tenía que aprovecharlos al máximo.
Pero el siguiente enemigo tardó aún menos.
Videl levantó su cabeza en cuanto le oyó llegar y le miró a sus grandes y fieros ojos rojos. Su mirada estaba llena de maldad y locura. Y Videl supo en ese instante que aquel ser no debía saber nada más que de asesinar y destruir. No había oportunidad para el diálogo. No existía cabida a la redención. Aquel monstruo no tenía sentimientos y continuaría matando gente hasta que alguien se lo impidiese.
La heroína se levantó con dificultad y se encaró con su adversario. Voy a hacerte morder el polvo, se dijo a sí misma para darse ánimos.
Y el duelo dio comienzo.
Las zarpas del pequeño monstruo verde volaron sobre la cabeza de Videl al tiempo que ésta se agachaba para hacerle un barrido. La bestia de ojos rojos cayó de espaldas sobre el suelo y Videl saltó hacia los aires cayendo con su rodilla sobre el estómago del saibaiman. La boca del extraterrestre se abrió sobremanera a causa del daño y su saliva se impregnó en la ropa de Videl, quién miraba sin ningún ápice de misericordia la agonía de aquel bicho.
La hija de Satán se separó de él y miró como el saibaiman se levantaba mientras se echaba las manos a su herida barriga. Aún no estaba todo hecho. Tenía que conseguir agotar todas sus fuerzas para poder darle un golpe mortal. Esa bestia no abandonaría hasta que uno de los dos yaciese muerto sobre la carretera.
Sin quererlo, instintivamente la vista de Videl recorrió todo lo que le rodeaba en busca de algún peligro inminente. Nada parecía acecharla. Ningún movimiento extraño a su alrededor. Solo estaban ella y aquel pequeño monstruo.
Entonces, se fijo en un pequeño detalle que antes había pasado por alto: era de noche. Y asustada, la joven perdió la concentración en la batalla para que sus pensamientos vagasen por las decenas de horribles teorías que ahora mismo gobernaban su mente. Era obvio, alguien había reunido las bolas mágicas y estaba pidiendo sus deseos y, a no ser que fuese Goku o alguno de sus amigos, eso solo podía traer malas consecuencias.
Un grito muy cercano la devolvió a la batalla. El saibaiman había saltado hacia ella y su serrada dentadura se abría con ferocidad para asestarle un mordisco. Videl echó su cuerpo hacia delante y flexionó sus rodillas para aguantar la acometida. Pero no le hizo falta. Un rayo de energía cruzó el espacio que separaba a la joven de su atacante y desintegró el cuerpo del pequeño monstruo.
Videl miró hacia el origen del rayo ki y vio como Gohan bajaba del cielo.
-¡Gohan! ¡Menos mal que has venido! –asustada, corrió hacia él y le abrazó buscando protección. Sin embargo, este permaneció callado mientras contemplaba preocupado a los cuerpos sin vida de los saibaimanes. -¿Qué está pasando, Gohan? –le preguntó la asustada guerrera.
-Podrías haber muerto, Videl –dijo al fin sin variar ni un ápice si expresión.
-¿Qué?
-Esos seres son los que atacaron una vez este planeta a las ordenes de Vegeta. Y por subestimar su fuerza asesinaron a Yamcha. No sé que hubiera hecho si te hubiesen... –y Gohan no pudo terminar la frase.
-Tranquilo, sé lo que me hago –le calmó la joven-. Boo ha estado aquí ayudándome a contener a esos bichos y, cuando creí que podía vencer a los que quedaban por mi misma, le dije que se fuera a defender otras ciudades. Yo aún no vuelo tan deprisa como vosotros y tenía que quedarme.
-No te deberías haber arriesgado.
En ese instante, siete luces aparecieron en el cielo y viajaron cuales estrellas fugaces cada una a una dirección. El cielo volvió rápidamente a su estado normal y el sol volvió a cubrir al planeta con su luz y calor, despejando todas las tinieblas que antes le flanqueaban el paso. Y, como por arte de magia, los ataques en la Tierra cesaron de golpe.
Horas después, casi todos los denominados guerreros Z, los héroes que habían combatido contra las amenazas más recientes y peligrosas que habían azotado la Tierra, se habían reunido en el observatorio de la Capsule Corp para hablar de la situación.
-Las principales ciudades han sido salvadas –anunció Goku mientras señalaba el mapa holográfico que Bulma había hecho aparecer sobre la mesa redonda donde parlamentaban-. Ciudad del Centro por Boo, Satan City por Videl, Ciudad del Oeste por Vegeta, Ciudad del Norte por Tien y Chaoz, Ciudad del Sur por Krilin y A-18, Ciudad del Este por Oob e Isla Papaya, Ginger Town, Parsley Town y otros muchos pueblos por Piccolo. La situación parece controlada.
-Pero aún falta el por qué de todo esto, Goku –dijo Piccolo.
-Es verdad –intervino Krilin-, después de todo lo que hemos vivido seriamos muy ilusos al pensar que todo acabará aquí.
-Y no os olvidéis de las bolas de dragón. Alguien las ha utilizado –señaló Vegeta.
Y sin darles tiempos a reaccionar, unas misteriosas fuerzas hicieron que todos los presentes mirasen hacia el cielo. Algo se acercaba a la Tierra. Unas energías conocidas pero increíblemente más poderosas y diferentes.
-¡¿Quiénes son esos? –exclamó Krilin asustado.
-Son muchas fuerzas hostiles, Goku –dijo Oob mientras se colocaba al lado de su maestro.
-Parece que los culpables entran en escena –apuntó Vegeta mientras sonreía.
-Pero si los que están llegando son los culpables...-dijo Goku.
-...significa que los saibaimanes ya estaban aquí y quienquiera que los controlase ya estaba en la Tierra –concluyó Piccolo la argumentación de su amigo.
-¡Mirad! ¡Los he enfocado con el telescopio! –gritó Bulma, provocando que todos fuesen delante de la pantalla que mostraba lo que captaba el gigantesco aparato.
-No puede ser...-dejó escapar Vegeta con incredulidad-. Esas naves son...
Krilin apartó a Vegeta y miró la pantalla. En ella se mostraba una nave circular muy grande llena de ventanas. Y no hacía falta nada más para ponerle los vellos de punta al guerrero terrestre.
-Esa nave es como la de Freezer –dijo Krilin con pavor.
Goku miró fijamente la pantalla y frunció el ceño. –Bulma –le habló sin mirarla-, necesito que me digas donde exactamente fue invocado Shenron y que alguien vaya a investigar.
-No hay problema, Goku. No me llevará mucho conseguir esas coordenadas –contestó la científica.
-Videl y yo podemos ir a investigar, papá –dijo Gohan, ofreciéndose voluntario.
-Perfecto –Goku se dio la vuelta y miró a todos los guerreros que le rodeaban-. Los demás, vayamos a darle la bienvenida a quienquiera que haya venido a la Tierra.
Cuando Goku, Vegeta, Oob, Piccolo, Krilin, A-18, Tien, Chaoz y Boo alcanzaron las montañas rocosas donde aquella nave había aterrizado, no habían pasado ni diez minutos desde que la habían avistado. Sin embargo, la situación parecía llevar horas fraguándose. En mitad de un espacio desértico y rodeado por desiguales formaciones montañosas, la gigantesca nave circular gobernaba en el centro a todo el improvisado campamento que habían formado aquellos visitantes. Tiendas de campaña, extrañas cabinas y maquinaria desconocida, todo repartido sin orden alguno alrededor de la nave.
Desde la protección de las montañas, los guerreros Z observaban atónitos aquel paisaje.
-¿Qué están haciendo? –preguntó Goku al ver todo aquel campamento.
-Se están apostando en el planeta –contestó Vegeta con extrañeza, como si ese comportamiento fuese algo inconcebible.
-¿Quieres decir que no quieren conquistarnos? –intervino Piccolo.
-No, seguro que han venido a conquistarnos –aclaró Vegeta-. Pero su llegada no es por mera venganza. Planean quedarse con la Tierra.
-Entonces no perdamos más tiempo –dijo Goku al tiempo que saltaba hacia el campamento enemigo.
En cuanto los guerreros Z fueron claramente visibles, decenas de soldados, muchos de distintos planetas pero todos con similares armaduras, empezaron a correr asustados y gritando para que sus compañeros salieran y les ayudaran a combatir la amenaza. Y el grueso de aquel ejército no tardó en aparecer.
Dos grupos, uno de cinco y otro de tres soldados, salieron a encararse con ellos. Y todos ellos eran viejos conocidos de los héroes de la Tierra: Salza, Naise y Dore, los tres miembros de las fuerzas especiales de Cooler; y Amond, Daiz, Cacao y los gemelos Rasin y Lakasei, la fuerza de combate del saiya Turles.
Al verlos allí de nuevo, vivos y en actitud hostil, los guerreros Z no pudieron evitar rememorar aquellos dramáticos combates que libraron contra ellos. Y sin poder evitarlo, un sudor frio recorrió la espalda de cada uno de ellos.
Sin embargo, pese a la impresión de verse de nuevo frente a temibles adversarios, Goku advirtió algo aún más sorprendente: ellos estaban igual o más asustados que él y todos sus amigos. Y ese hecho hizo que todos sus miedos desapareciesen de un plumazo.
-¿Qué hacéis de nuevo aquí? –gritó Goku como portavoz de todos sus compañeros.
Pero no obtuvo respuesta. Los soldados espaciales se miraron unos a otros y tragaron saliva. O tenían mucho miedo o aún no tenían las ideas demasiado claras.
-No sé cómo habéis llegado de nuevo a la Tierra ni me importa –dijo Goku dando un paso al frente-, pero si no os marcháis de inmediato voy a mandaros de nuevo al infierno de donde habéis escapado.
Vegeta no pudo evitar dirigir la mirada a otro lado. Aquellas situaciones le aburrían. Cuando él se dedicaba a conquistar planetas y someter a sus enemigos nunca se molestaba en parlamentar con ellos, y mucho menos advertirles. Si sus rivales eran tan necios como para tener la osadía de enfrentarse a él sin tan siquiera molestarse en saber si eran o no más fuertes, es que no merecían vivir. Solo logró recordar un par de ocasiones en las que se entretuvo más de la cuenta en hacer su trabajo. Y una de ellas, como no, fue en la Tierra.
Y mientras su mente vagaba por viejos recuerdos, sus ojos se posaron en un extraño rastro que había en el suelo. La huella era alargada y zigzagueante, como si una enorme serpiente hubiese estado reptando por aquella tierra arenosa. Y enseguida supo a qué se debía.
-Han transportado algo pesado hace muy poco –dijo Vegeta llamando la atención de todos, en especial las de sus enemigos, que palidecieron al oírle-. Esta huella es de un transportador y el ejercito de Freezer solía utilizarlo para llevar de un lado a otro las cápsulas de viaje estropeadas o…-y Vegeta lo entendió todo al instante.
-¿O qué? –preguntó Goku intrigado.
-O las movían con esas máquinas por el planeta para que sus enemigos no les detectasen hasta que fuese demasiado tarde –continuó el saiya.
Goku giró rápidamente la cabeza hacia los soldados espaciales y vio como estos parecían desarbolados por el comentario de Vegeta. Y eso solo podía significar una cosa: el ex príncipe saiya había dado en el clavo.
-¿Qué estáis tramando? –demandó saber Goku, pero sus enemigos permanecían todavía en aquel extraño mutismo.
Entonces, una voz rompió el silencio.
-Ninguno de ellos hablará. Estáis perdiendo vuestro tiempo.
Goku, Vegeta, Piccolo y Krilin quedaron paralizados al escucharla. Esa voz les traía a todos demasiados recuerdos; demasiadas emociones y, sobre todo, demasiados temores. Era la voz del caos, de la destrucción y de la muerte.
Y el autor de todo el miedo que los guerreros Z sentían en ese instante no tardó en aparecer.
Cooler salió de la nave principal y descendió desde el puente hasta alcanzar a sus soldados. Pero su paso no era triunfal o amenazante, sino sumiso y desorientado. Y con Salza a su derecha y todos los demás soldados de élite a la izquierda, Cooler se encaró de manera triste y seria con todos sus enemigos.
-¡Cooler! –dijo Goku perplejo-. ¡No puede ser!
-Hola de nuevo, saiya –contestó con voz apática.
-No me importa cómo o quién te ha resucitado, pero si eres tú quién está atacando este planeta lo pagarás muy caro –le amenazó Piccolo.
-Estáis lejos de entenderlo, malditos imbéciles –y Goku, Vegeta y Piccolo cruzaron miradas de incomprensión-. Hemos venido a por vuestro planeta y es lo único que os merecéis saber. Y ahora, preparaos para morder el polvo.
Cooler y sus fuerzas de élite salieron a por sus adversarios. Y una gran batalla dio lugar.
A los pocos segundos de combate, todos los guerreros Z se dieron cuenta de que sus enemigos tenían una fuerza muy superior a la que poseían cuando se enfrentaron a ellos en el pasado. Y eso hubiese tenido cierto sentido de no ser porque todos ellos debían haber estado muertos hasta hacía bien poco, y en el inframundo, sin cuerpo, no existía entrenamiento que permitiese mejorar su fuerza.
Tanto Cooler como sus soldados despedían un aura extraña, nunca vista por ninguno de ellos. Era una energía atípica y destructiva, como si su propia existencia atentase contra los límites de la realidad. Y todos, sin excepción, sintieron esa fuerte distorsión a su alrededor.
Pero dentro de ese paraíso terrenal había aparecido algo que asustaba a los animales: las explosiones de luz. Pequeños estallidos de energía que aparecían aleatoriamente en el cielo y que despedían una gran fuerza. Y una y otra vez, esos fogonazos iban surgiendo en el azul firmamento, asustando a los animales y haciéndoles huir.
Para el ojo de alguien no entrenado, aquel suceso podría ser lo más extraño que hubiese visto jamás. Para personas como las que estaban produciendo esas explosiones, seguramente sería uno de los mejores combates que jamás hubiesen visto.
Goku y Gohan estaban librando una dura pelea, llevando sus fuerzas al límite con cada movimiento. Padre e hijo volaban de un lado a otro del cielo, llevando la contienda lejos de las llanuras y de los animales, pero sin escatimar esfuerzos. Aquel duelo era muy importante para ambos. Aquel combate decidiría quién llevaba razón. Y ninguno quería quedar por debajo.
Habían pasado ya dos años desde la muerte de Boo, pero ambos, al igual que todos sus amigos, habían decidido no dejar de entrenar y prepararse para afrontar posibles futuras amenazas. Pero era precisamente en la manera en la que se estaban preparando por la que surgían las disputas entre los dos.
Gohan achacaba a su padre que había estado demasiado ocupado aleccionando a Oob y, por lo tanto, descuidando su propio entrenamiento. Y Goku, por su parte, defendía que una de las mejores formas de aprender, era enseñar.
-Estas más lento, papá –dijo Gohan mientras se paraba en el aire.
-Pero aún soy lo suficientemente veloz como para ponerte en apuros, hijo –le contestó Goku mientras con su puño se tocaba su dolorida barbilla.
-Si apenas has podido tocarme –le dijo Gohan con saña-. He sido yo quién ha llevado la iniciativa durante toda la pelea.
-Es cierto, pero yo todavía no me he transformado ni una sola vez –respondió Goku con soberbia.
Los dos se miraron fijamente unos instantes, escudriñándose, examinándose. Ahora sería el asalto definitivo y tenían que estar preparados.
-¿Puedo preguntarte algo antes de seguir, papa?
-Claro, lo que quieras.
-¿Por qué llevas ahora ese extraño kimono? –preguntó Gohan cortando la tensión del momento-. Además, te queda algo ceñido, ¿no?
Goku se echó la mano hacia atrás de la cabeza y comenzó a reír. –Es que tu madre me obligo a hacer cosas en casa y puse mal la lavadora. Y ahora algo de su ropa ha teñido mi kimono nuevo y encima se ha encogido.
Y los dos rompieron en carcajadas.
Entonces, algo llamó la atención de ambos. Y Goku y Gohan, preocupados, miraron fijamente al horizonte.
-¡¿Qué son esas energías?! –exclamó Goku alarmado.
-¡Están esparcidas por todo el planeta! –le secundó Gohan mientras miraba nervioso hacia todos lados.
Goku cerró los ojos y se concentró en detectar todas aquellas fuerzas que habían aparecido de golpe.
-Sus energías son extrañas y muy débiles –apuntó Goku, quién aún seguía en un estado parecido al trance-. Jamás había percibido unas energías tan raras. Es como si sus propias existencias amenazasen a la vida del planeta. Es muy extraño.
Entonces, Gohan dio un respingo. -¡Padre! ¡Están liberando mucho ki! ¡Están atacando la Tierra!
-¡Y están por todos lados! ¡Son muchísimas! –gritó Goku, abriendo sus ojos por el miedo-. ¡Y algunas de ellas se están sacrificando para causar un mayor daño!
-Hay que hacer algo, padre.
-Dividámonos. Supongo que no seremos los únicos que las han sentido y los demás también estarán tomando cartas en el asunto. Si notan como tú y yo vamos a diferentes puntos, quizás ellos también se separen para así poder abarcar más espacio.
-Muy bien. Yo iré a Satan City, estoy preocupado por Videl y por su padre.
-Goten y Trunks están con tu madre, así que no temo por ellos -señaló Goku-. Yo me teletransportaré a Ciudad del Oeste y veré a Bulma. Hay muchas energía concentradas allí y quizás ella y Vegeta sepan algo.
Y padre e hijo separaron sus caminos.
Cuando Goku apareció en mitad del cielo que gobernaba Ciudad del Oeste quedó horrorizado por lo que captaban sus ojos. La gente corría de un lado a otro asustada, gritando sin control y llorando por el terrible sufrimiento que aquel inesperado ataque había provocado. Un hecho que, de seguro, ya había cambiado la vida de muchos para siempre.
Los edificios ardían, los cadáveres abarrotaban las calles y las luces parpadeantes de policías y ambulancias se repartían por doquier a lo largo de la ciudad, como farolillos de salvación que iluminaban aquel dantesco escenario.
Algo hizo reaccionar a Goku. El héroe notó como el aire cambiaba a su espalda a la vez que un casi inaudible pitido iba haciéndose más fuerte. Y cuando Goku giró para ver de qué se trataba, esquivó in extremis algo verde que se dirigía hacia él.
-¡Despierta, Kakarot! –dijo Vegeta bajo sus pies-. ¡No es momento para lamentarse!
-¡Vegeta! –Goku se giró hacia él con los ojos como platos-. ¡Casi me das con esa cosa!
-¡Esa cosa que te he lanzado era un saibaiman muerto! –exclamó con preocupación-. ¡Y lo que tú deberías estar haciendo es ayudarme a exterminarlos antes de que destruyan este planeta!
Goku bajo del cielo y se puso junto a él.
-Veo que estas al cien por cien, Vegeta. Has vencido sin transformarte siquiera. Vegeta se gira con desdén hacia Goku. -No necesito recurrir a una fuerza mayor para derrotar a esta escoria, Kakarot.
Mientras oteaba todo el desastre a su alrededor, el saiya criado en la Tierra se dirigió de nuevo a su amigo.
-¿Qué esta pasando, Vegeta?
-No lo sé. Han aparecido sin más. Cientos de ellos, atacando sin motivo alguno a todo lo que veían por delante. Tal y como lo hacían antaño, cuando tratábamos de reducir una población para la conquista de un planeta.
-¿Y cómo han llegado esos seres hasta aquí? ¿De dónde han salido?
-Tampoco lo sé –respondió el príncipe saiya con una mezcla de rabia e impotencia-. Los saibaimanes eran la carne de cañón en nuestras guerras. No sabía que alguien más hubiese podido obtener su lealtad.
Y entonces, las cosas empeoraron aún más. Oscuras y densas nubes provenientes de ningún lugar inundaron el cielo hasta cubrirlo por completo de oscuridad. Ninguna luz traspasaba esa barrera de tinieblas, ninguna estrella brillaba en esa noche creada. Y extrañados, Goku y Vegeta cruzaron sus miradas pues aquel hecho climatológico tan singular solo podía significar una cosa: alguien estaba utilizando las bolas de dragón.
Videl estaba exhausta. ¿A cuántos había vencido ya? No estaba segura. Lo único realmente cierto era que aquellos bichos verdes parecían no acabarse nunca. ¡Estaban por todos lados!
Una patada en el estómago y otra en la cabeza terminaron por tumbar al último que le había hecho frente, y la heroína cayó hincando su rodilla en el suelo mientras jadeaba a causa del cansancio. Por lo que había aprendido en los últimos minutos, no tendría más de treinta segundos antes de que apareciese el siguiente bicho de turno. Y esos segundos, por pocos que fuesen, tenía que aprovecharlos al máximo.
Pero el siguiente enemigo tardó aún menos.
Videl levantó su cabeza en cuanto le oyó llegar y le miró a sus grandes y fieros ojos rojos. Su mirada estaba llena de maldad y locura. Y Videl supo en ese instante que aquel ser no debía saber nada más que de asesinar y destruir. No había oportunidad para el diálogo. No existía cabida a la redención. Aquel monstruo no tenía sentimientos y continuaría matando gente hasta que alguien se lo impidiese.
La heroína se levantó con dificultad y se encaró con su adversario. Voy a hacerte morder el polvo, se dijo a sí misma para darse ánimos.
Y el duelo dio comienzo.
Las zarpas del pequeño monstruo verde volaron sobre la cabeza de Videl al tiempo que ésta se agachaba para hacerle un barrido. La bestia de ojos rojos cayó de espaldas sobre el suelo y Videl saltó hacia los aires cayendo con su rodilla sobre el estómago del saibaiman. La boca del extraterrestre se abrió sobremanera a causa del daño y su saliva se impregnó en la ropa de Videl, quién miraba sin ningún ápice de misericordia la agonía de aquel bicho.
La hija de Satán se separó de él y miró como el saibaiman se levantaba mientras se echaba las manos a su herida barriga. Aún no estaba todo hecho. Tenía que conseguir agotar todas sus fuerzas para poder darle un golpe mortal. Esa bestia no abandonaría hasta que uno de los dos yaciese muerto sobre la carretera.
Sin quererlo, instintivamente la vista de Videl recorrió todo lo que le rodeaba en busca de algún peligro inminente. Nada parecía acecharla. Ningún movimiento extraño a su alrededor. Solo estaban ella y aquel pequeño monstruo.
Entonces, se fijo en un pequeño detalle que antes había pasado por alto: era de noche. Y asustada, la joven perdió la concentración en la batalla para que sus pensamientos vagasen por las decenas de horribles teorías que ahora mismo gobernaban su mente. Era obvio, alguien había reunido las bolas mágicas y estaba pidiendo sus deseos y, a no ser que fuese Goku o alguno de sus amigos, eso solo podía traer malas consecuencias.
Un grito muy cercano la devolvió a la batalla. El saibaiman había saltado hacia ella y su serrada dentadura se abría con ferocidad para asestarle un mordisco. Videl echó su cuerpo hacia delante y flexionó sus rodillas para aguantar la acometida. Pero no le hizo falta. Un rayo de energía cruzó el espacio que separaba a la joven de su atacante y desintegró el cuerpo del pequeño monstruo.
Videl miró hacia el origen del rayo ki y vio como Gohan bajaba del cielo.
-¡Gohan! ¡Menos mal que has venido! –asustada, corrió hacia él y le abrazó buscando protección. Sin embargo, este permaneció callado mientras contemplaba preocupado a los cuerpos sin vida de los saibaimanes. -¿Qué está pasando, Gohan? –le preguntó la asustada guerrera.
-Podrías haber muerto, Videl –dijo al fin sin variar ni un ápice si expresión.
-¿Qué?
-Esos seres son los que atacaron una vez este planeta a las ordenes de Vegeta. Y por subestimar su fuerza asesinaron a Yamcha. No sé que hubiera hecho si te hubiesen... –y Gohan no pudo terminar la frase.
-Tranquilo, sé lo que me hago –le calmó la joven-. Boo ha estado aquí ayudándome a contener a esos bichos y, cuando creí que podía vencer a los que quedaban por mi misma, le dije que se fuera a defender otras ciudades. Yo aún no vuelo tan deprisa como vosotros y tenía que quedarme.
-No te deberías haber arriesgado.
En ese instante, siete luces aparecieron en el cielo y viajaron cuales estrellas fugaces cada una a una dirección. El cielo volvió rápidamente a su estado normal y el sol volvió a cubrir al planeta con su luz y calor, despejando todas las tinieblas que antes le flanqueaban el paso. Y, como por arte de magia, los ataques en la Tierra cesaron de golpe.
Horas después, casi todos los denominados guerreros Z, los héroes que habían combatido contra las amenazas más recientes y peligrosas que habían azotado la Tierra, se habían reunido en el observatorio de la Capsule Corp para hablar de la situación.
-Las principales ciudades han sido salvadas –anunció Goku mientras señalaba el mapa holográfico que Bulma había hecho aparecer sobre la mesa redonda donde parlamentaban-. Ciudad del Centro por Boo, Satan City por Videl, Ciudad del Oeste por Vegeta, Ciudad del Norte por Tien y Chaoz, Ciudad del Sur por Krilin y A-18, Ciudad del Este por Oob e Isla Papaya, Ginger Town, Parsley Town y otros muchos pueblos por Piccolo. La situación parece controlada.
-Pero aún falta el por qué de todo esto, Goku –dijo Piccolo.
-Es verdad –intervino Krilin-, después de todo lo que hemos vivido seriamos muy ilusos al pensar que todo acabará aquí.
-Y no os olvidéis de las bolas de dragón. Alguien las ha utilizado –señaló Vegeta.
Y sin darles tiempos a reaccionar, unas misteriosas fuerzas hicieron que todos los presentes mirasen hacia el cielo. Algo se acercaba a la Tierra. Unas energías conocidas pero increíblemente más poderosas y diferentes.
-¡¿Quiénes son esos? –exclamó Krilin asustado.
-Son muchas fuerzas hostiles, Goku –dijo Oob mientras se colocaba al lado de su maestro.
-Parece que los culpables entran en escena –apuntó Vegeta mientras sonreía.
-Pero si los que están llegando son los culpables...-dijo Goku.
-...significa que los saibaimanes ya estaban aquí y quienquiera que los controlase ya estaba en la Tierra –concluyó Piccolo la argumentación de su amigo.
-¡Mirad! ¡Los he enfocado con el telescopio! –gritó Bulma, provocando que todos fuesen delante de la pantalla que mostraba lo que captaba el gigantesco aparato.
-No puede ser...-dejó escapar Vegeta con incredulidad-. Esas naves son...
Krilin apartó a Vegeta y miró la pantalla. En ella se mostraba una nave circular muy grande llena de ventanas. Y no hacía falta nada más para ponerle los vellos de punta al guerrero terrestre.
-Esa nave es como la de Freezer –dijo Krilin con pavor.
Goku miró fijamente la pantalla y frunció el ceño. –Bulma –le habló sin mirarla-, necesito que me digas donde exactamente fue invocado Shenron y que alguien vaya a investigar.
-No hay problema, Goku. No me llevará mucho conseguir esas coordenadas –contestó la científica.
-Videl y yo podemos ir a investigar, papá –dijo Gohan, ofreciéndose voluntario.
-Perfecto –Goku se dio la vuelta y miró a todos los guerreros que le rodeaban-. Los demás, vayamos a darle la bienvenida a quienquiera que haya venido a la Tierra.
Cuando Goku, Vegeta, Oob, Piccolo, Krilin, A-18, Tien, Chaoz y Boo alcanzaron las montañas rocosas donde aquella nave había aterrizado, no habían pasado ni diez minutos desde que la habían avistado. Sin embargo, la situación parecía llevar horas fraguándose. En mitad de un espacio desértico y rodeado por desiguales formaciones montañosas, la gigantesca nave circular gobernaba en el centro a todo el improvisado campamento que habían formado aquellos visitantes. Tiendas de campaña, extrañas cabinas y maquinaria desconocida, todo repartido sin orden alguno alrededor de la nave.
Desde la protección de las montañas, los guerreros Z observaban atónitos aquel paisaje.
-¿Qué están haciendo? –preguntó Goku al ver todo aquel campamento.
-Se están apostando en el planeta –contestó Vegeta con extrañeza, como si ese comportamiento fuese algo inconcebible.
-¿Quieres decir que no quieren conquistarnos? –intervino Piccolo.
-No, seguro que han venido a conquistarnos –aclaró Vegeta-. Pero su llegada no es por mera venganza. Planean quedarse con la Tierra.
-Entonces no perdamos más tiempo –dijo Goku al tiempo que saltaba hacia el campamento enemigo.
En cuanto los guerreros Z fueron claramente visibles, decenas de soldados, muchos de distintos planetas pero todos con similares armaduras, empezaron a correr asustados y gritando para que sus compañeros salieran y les ayudaran a combatir la amenaza. Y el grueso de aquel ejército no tardó en aparecer.
Dos grupos, uno de cinco y otro de tres soldados, salieron a encararse con ellos. Y todos ellos eran viejos conocidos de los héroes de la Tierra: Salza, Naise y Dore, los tres miembros de las fuerzas especiales de Cooler; y Amond, Daiz, Cacao y los gemelos Rasin y Lakasei, la fuerza de combate del saiya Turles.
Al verlos allí de nuevo, vivos y en actitud hostil, los guerreros Z no pudieron evitar rememorar aquellos dramáticos combates que libraron contra ellos. Y sin poder evitarlo, un sudor frio recorrió la espalda de cada uno de ellos.
Sin embargo, pese a la impresión de verse de nuevo frente a temibles adversarios, Goku advirtió algo aún más sorprendente: ellos estaban igual o más asustados que él y todos sus amigos. Y ese hecho hizo que todos sus miedos desapareciesen de un plumazo.
-¿Qué hacéis de nuevo aquí? –gritó Goku como portavoz de todos sus compañeros.
Pero no obtuvo respuesta. Los soldados espaciales se miraron unos a otros y tragaron saliva. O tenían mucho miedo o aún no tenían las ideas demasiado claras.
-No sé cómo habéis llegado de nuevo a la Tierra ni me importa –dijo Goku dando un paso al frente-, pero si no os marcháis de inmediato voy a mandaros de nuevo al infierno de donde habéis escapado.
Vegeta no pudo evitar dirigir la mirada a otro lado. Aquellas situaciones le aburrían. Cuando él se dedicaba a conquistar planetas y someter a sus enemigos nunca se molestaba en parlamentar con ellos, y mucho menos advertirles. Si sus rivales eran tan necios como para tener la osadía de enfrentarse a él sin tan siquiera molestarse en saber si eran o no más fuertes, es que no merecían vivir. Solo logró recordar un par de ocasiones en las que se entretuvo más de la cuenta en hacer su trabajo. Y una de ellas, como no, fue en la Tierra.
Y mientras su mente vagaba por viejos recuerdos, sus ojos se posaron en un extraño rastro que había en el suelo. La huella era alargada y zigzagueante, como si una enorme serpiente hubiese estado reptando por aquella tierra arenosa. Y enseguida supo a qué se debía.
-Han transportado algo pesado hace muy poco –dijo Vegeta llamando la atención de todos, en especial las de sus enemigos, que palidecieron al oírle-. Esta huella es de un transportador y el ejercito de Freezer solía utilizarlo para llevar de un lado a otro las cápsulas de viaje estropeadas o…-y Vegeta lo entendió todo al instante.
-¿O qué? –preguntó Goku intrigado.
-O las movían con esas máquinas por el planeta para que sus enemigos no les detectasen hasta que fuese demasiado tarde –continuó el saiya.
Goku giró rápidamente la cabeza hacia los soldados espaciales y vio como estos parecían desarbolados por el comentario de Vegeta. Y eso solo podía significar una cosa: el ex príncipe saiya había dado en el clavo.
-¿Qué estáis tramando? –demandó saber Goku, pero sus enemigos permanecían todavía en aquel extraño mutismo.
Entonces, una voz rompió el silencio.
-Ninguno de ellos hablará. Estáis perdiendo vuestro tiempo.
Goku, Vegeta, Piccolo y Krilin quedaron paralizados al escucharla. Esa voz les traía a todos demasiados recuerdos; demasiadas emociones y, sobre todo, demasiados temores. Era la voz del caos, de la destrucción y de la muerte.
Y el autor de todo el miedo que los guerreros Z sentían en ese instante no tardó en aparecer.
Cooler salió de la nave principal y descendió desde el puente hasta alcanzar a sus soldados. Pero su paso no era triunfal o amenazante, sino sumiso y desorientado. Y con Salza a su derecha y todos los demás soldados de élite a la izquierda, Cooler se encaró de manera triste y seria con todos sus enemigos.
-¡Cooler! –dijo Goku perplejo-. ¡No puede ser!
-Hola de nuevo, saiya –contestó con voz apática.
-No me importa cómo o quién te ha resucitado, pero si eres tú quién está atacando este planeta lo pagarás muy caro –le amenazó Piccolo.
-Estáis lejos de entenderlo, malditos imbéciles –y Goku, Vegeta y Piccolo cruzaron miradas de incomprensión-. Hemos venido a por vuestro planeta y es lo único que os merecéis saber. Y ahora, preparaos para morder el polvo.
Cooler y sus fuerzas de élite salieron a por sus adversarios. Y una gran batalla dio lugar.
A los pocos segundos de combate, todos los guerreros Z se dieron cuenta de que sus enemigos tenían una fuerza muy superior a la que poseían cuando se enfrentaron a ellos en el pasado. Y eso hubiese tenido cierto sentido de no ser porque todos ellos debían haber estado muertos hasta hacía bien poco, y en el inframundo, sin cuerpo, no existía entrenamiento que permitiese mejorar su fuerza.
Tanto Cooler como sus soldados despedían un aura extraña, nunca vista por ninguno de ellos. Era una energía atípica y destructiva, como si su propia existencia atentase contra los límites de la realidad. Y todos, sin excepción, sintieron esa fuerte distorsión a su alrededor.
¿Sería aquello lo que les daba esa fuerza? ¿Era todo causa de las bolas de dragón?
Pero había algo aún más extraño: el modo en que combatían. No había emoción, entrega o sufrimiento en sus rostros. Ni siquiera parecían sufrir ansiedad o miedo. Eran como autómatas; unos robots obedeciendo una orden, sumisos y fríos en la ejecución.
Sin embargo, pese a que la fuerza de todos los invasores había sido notablemente aumentada, ninguno de ellos dio problemas a los guerreros Z. En pocos minutos y sin apenas esfuerzo habían sofocado la amenaza.
Los cuerpos sin vida de Cooler y todas sus fuerzas fueron amontonados en una zanja bien escondida mientras Goku y los demás decidían qué hacer con ellos. Obviamente, su aparición allí era obra de algún deseo, pero todos tenían la certeza de que aquella misteriosa lucha escondía muchos más secretos y, quizás, los cuerpos de Cooler y los demás podrían ayudar a desentrañarlos.
Entonces, justo cuando los guerreros de la Tierra se preguntaban si todo aquello sería el comienzo de una nueva amenaza para el universo, Chaoz señaló nerviosamente al cielo. Cuando los héroes miraron, vieron a dos capsulas de transporte cruzar el firmamento en dirección al espacio. No sabían de donde habían salido, pero habían despegado desde muy, muy lejos de su posición.
-Esas cápsulas era lo que habían transportado antes de que llegáramos –aclaró Vegeta con furia-. Son naves de transporte individual, parecidas a las que utilizamos Napa y yo para llegar hasta este planeta pero bastante más grandes.
-¿Entonces? –preguntó Goku-. Todo esto no ha sido más que… -pero el miedo impidió que las palabras siguieran saliendo de su boca.
-Sí, todo esto solo ha sido para distraer nuestra atención –dijo Piccolo cabizbajo.
Y con el orgullo herido por haber sido engañado con tanta facilidad, Goku volvió junto a todos los demás a Capsule Corp. Quizás allí comenzasen a obtener respuestas.
Pero había algo aún más extraño: el modo en que combatían. No había emoción, entrega o sufrimiento en sus rostros. Ni siquiera parecían sufrir ansiedad o miedo. Eran como autómatas; unos robots obedeciendo una orden, sumisos y fríos en la ejecución.
Sin embargo, pese a que la fuerza de todos los invasores había sido notablemente aumentada, ninguno de ellos dio problemas a los guerreros Z. En pocos minutos y sin apenas esfuerzo habían sofocado la amenaza.
Los cuerpos sin vida de Cooler y todas sus fuerzas fueron amontonados en una zanja bien escondida mientras Goku y los demás decidían qué hacer con ellos. Obviamente, su aparición allí era obra de algún deseo, pero todos tenían la certeza de que aquella misteriosa lucha escondía muchos más secretos y, quizás, los cuerpos de Cooler y los demás podrían ayudar a desentrañarlos.
Entonces, justo cuando los guerreros de la Tierra se preguntaban si todo aquello sería el comienzo de una nueva amenaza para el universo, Chaoz señaló nerviosamente al cielo. Cuando los héroes miraron, vieron a dos capsulas de transporte cruzar el firmamento en dirección al espacio. No sabían de donde habían salido, pero habían despegado desde muy, muy lejos de su posición.
-Esas cápsulas era lo que habían transportado antes de que llegáramos –aclaró Vegeta con furia-. Son naves de transporte individual, parecidas a las que utilizamos Napa y yo para llegar hasta este planeta pero bastante más grandes.
-¿Entonces? –preguntó Goku-. Todo esto no ha sido más que… -pero el miedo impidió que las palabras siguieran saliendo de su boca.
-Sí, todo esto solo ha sido para distraer nuestra atención –dijo Piccolo cabizbajo.
Y con el orgullo herido por haber sido engañado con tanta facilidad, Goku volvió junto a todos los demás a Capsule Corp. Quizás allí comenzasen a obtener respuestas.