martes, 4 de mayo de 2010

Capítulo 13


La rebelión.
La Tierra no se rinde.



Yamcha y Oob cruzaron casi todo el planeta para llegar a la aldea de Bora y Upa. Mientras viajaban, habían observado que todo los territorios por los que habían pasado estaban tomados por los saiyans y éstos, convertidos en Oozarus, se dedicaban a destruir las pocas ciudades restantes y controlar a la población. Si querían tener algo que salvar no podían tardar en actuar. Sin Goku y los demás, ellos eran los únicos que podían ayudar al planeta. Y la idea de que esa responsabilidad cayese solo sobre sus hombros aterraba a ambos.
Esa noche, cuando llegaron a su destino, vieron como el ejército saiya se estaba extendiendo ya a los núcleos inferiores del planeta, esparciéndose por pueblos, aldeas y territorios muy poco habitados con el fin de tener a raya a toda la población. Y el pequeño pueblo indio no era una excepción. Varios saibaimanes corrían por entre las chozas, atacando salvajemente a toda persona que no se arrodillaba de inmediato. Cuando Yamcha y Oob vieron las agresiones no pudieron resistirse a actuar. Sin embargo, justo cuando se proponían entrar en escena, un héroe inesperado comenzó a atacar a los monstruos verdes.
Era rápido y sin energía. Se movía con gracia y elegancia, golpeando a las bestias con precisión y eficacia, tumbando a cada una de ellas de un golpe y gastando unos segundos más en rematarla y asegurarse de su muerte.
Era un guerrero cruel, no había duda de ello, pero su valor y sangre fría fue lo que hizo que en unos pocos segundos acabase con más de veinte saibaimanes sin tan siquiera asustar a los pájaros que le observaban desde los árboles.
Cuando la amenaza fue sofocada, los aldeanos fueron corriendo a agradecérselo y Oob y Yamcha le vieron con claridad. Era A-17.
Entre gritos y abrazos, Yamcha y Oob escucharon que no era la primera vez que el androide les ayudaba y eso, en el fondo, les dio esperanza. Podía significar que la Tierra contaba con más guerreros y ahora necesitaban de toda la ayuda posible.
-A-17 –pronunció Oob atrayendo la atención no solo del androide, sino de todo el pueblo.
A-17, extrañado, salió de la maraña de gente que le rodeaba y se acercó a Oob y Yamcha en actitud recelosa.
-¿Qué hacéis aquí? –preguntó desconcertado.
-Veníamos a buscarte. Te necesitamos para salvar la Tierra –explicó Yamcha de inmediato.
-¿La Tierra? –el androide pareció sorprendido-. Este planeta ya está condenado.
Yamcha y Oob no supieron que responder ante sus palabras. Después de la actuación que habían visto, ambos pensaban que sería más fácil pedirle su cooperación.
-He percibido como algunos héroes de este planeta caían ante los saiyans. ¿Dónde está Goku y los que no participaron en esa lucha? ¿Escondidos? ¿Muertos de miedo? Si ellos no son capaces de enfrentarse a esta amenaza, ¿qué creéis que puedo hacer yo? -A-17 movió la cabeza como signo de impotencia-. Esperaré sentado a que ellos resuelvan el problema–dijo con resignación.
-Goku ha caído –dijo Yamcha con miedo.
A-17 se quedó paralizado. No esperaba en absoluto una respuesta como esa.
-Y no solo él –continuó Oob-, Vegeta, Piccolo, Gohan, Tien, Krilin e incluso tu hermana A-18.
-¿A-18? –el androide se exaltó de inmediato-. No sabía...Yo creí que ella...
-Los saiyans acabaran con todos si no hacemos algo, A-17 –Yamcha se acercó a él-. No podemos depender siempre de que Goku nos proteja.
-Tiene razón, A-17. Por favor, ayúdanos a salvar la Tierra. Ayúdanos a salvar a todos sus habitantes –le rogó Oob.
A-17 quedó pensativo. Desde la lucha con Célula, su vida había sido un completo sin sentido. Su objetivo era matar a Goku, pero ya estaba lejos de conseguirlo. Ya no tenía el poder para hacerlo; ni tampoco la motivación. Es más, tanto él como su hermana debían su existencia al saiya. Habían visto como su objetivo era en realidad un salvador y no el peligro que el Dr. Guero les había hecho entender. Ellos no podían matar a un héroe. Así que todo para lo que fue creado había sido obviado y ahora no tenía ninguna función. Sencillamente, había dejado de encajar.
-Yo no puedo...No soy lo bastante poderoso para enfrentarme a ellos...No puedo ayudaros –A-17 trató de explicarse pero las palabras se truncaban a causa de su orgullo. Para él era muy difícil admitir que “el androide más fuerte jamás creado” no servía para nada.
-Por favor, A-17. Nosotros te...
-¡No! –le interrumpió-. He dicho que no puedo ayudaros, lo siento.
A-17 se giró y se marcho con la gente del pueblo. En su rostro podía verse la impotencia.
Al ver el resultado de la discusión, Upa fue tras A-17 mientras que su padre, Bora, se acercó a Yamcha y Oob.
-Si no he escuchado mal, Goku ha sido vencido –el jefe indio parecía completamente consternado.
-Así es. Y si los que estamos aún en pie no hacemos algo rápido, todos sin excepción seremos barridos por los saiyans –le aclaró Yamcha.
Bora miró a Oob. El joven parecía estar absorto en sus pensamientos y ajeno a todo lo que hablaban a su alrededor. Era evidente que estaba muy preocupado.
-¿Qué piensas, hijo? –le preguntó Bora sacándole de sus cavilaciones.
-En que A-17 tiene razón. Si Goku, Gohan o Vegeta no han podido, ¿qué haremos nosotros?
-No hables así, Goku nunca lo haría –le reprendió Bora-. Él siempre buscaba una solución para todo. No perdía la esperanza ni se rendía. Si de verdad queréis salvar a la Tierra tenéis que pensar como él.
-Lo siento –se disculpó Oob mientras agachaba la cabeza por la vergüenza.
-Parecéis agotados. Comed algo y descansad esta noche con nosotros. Mañana buscaremos esas respuestas.
Yamcha y Oob aceptaron el ofrecimiento y pasaron la noche en la aldea india.
Después del incidente con los saibaimanes y la discusión con A-17, la aldea no tardó en marcharse a la cama y esperar un nuevo amanecer.
A la mañana siguiente, justo cuando el poblado se estaba levantando, varios choques de energía sacaron de su sueño a Yamcha y Oob. Algunas fuerzas realmente poderosas estaban luchando muy lejos de allí. Oob salió de su tienda y miró al cielo mientras se concentraba. Solo pudo sentir a energías saiyans explosionando una y otra vez. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Los saiyas estaban luchando de nuevo? Pero, ¿contra quién?
Yamcha salió de su tienda y Oob vio como llevaba el traje que Gohan le había dado.
-Ha llegado el momento, Oob – pronunció en un tono inflexible.
-Creo que es Capital City, tal y cómo nos dijo Gohan –apuntó Oob.
Yamcha asintió a su hipótesis. –No debemos perder más tiempo.
Con un apresurado gesto, los dos se despidieron del poblado indio y partieron volando hacia Ciudad del Centro.
Desde los bosques cercanos a la Torre de Karin, A-17 observaba como los dos héroes con los que contaba la Tierra partían hacía su destino y, sintiéndose completamente impotente, golpeo con furia uno de los árboles por no tener el coraje suficiente para ir.
-¿Qué ocurre? –preguntó una voz a su espalda.
A-17 se giró y vio como Bora se acercaba a él.
-¿Deseas ir con ellos? –le preguntó el gigantesco jefe indio.
-Yo no tengo la fuerza suficiente para enfrentarme a esos saiyans –explicó A-17 sintiéndose completamente inútil.
-¿Y crees que ellos si?
La pregunta cogió desprevenido al androide. Él mismo se había preguntado como Yamcha y Oob deseaban luchar si sabían que no contaban con ninguna posibilidad. ¿Era la voluntad humana la que les daba esa fuerza?
-A-17 –continuó Bora-, llevas a nuestro lado varios meses. Nos has ayudado a recoger la cosecha, a cazar nuestras comidas y proteger a nuestra gente. Eres un buen compañero. Pero esta vida no es para ti. Cuando nos atacaron los monstruos verdes viniste como un héroe a salvarnos y demostraste que tu fuerza puede ser empleada para cosas mayores. Gestas que tú, por tu actitud, sé que deseas hacer.
-Yo no soy como ellos, Bora. No soy un héroe.
-Los héroes no son aquellos que realizan grandes acciones, son los que tienen el corazón y el deseo para hacerlas. No importa la dificultad ni el riesgo si la voluntad es buena. A-17, tu fuerza es un don y lo único que debería detenerte para usarla es el miedo a hacerlo para malos fines.
A-17 le miró emocionado y durante un segundo creyó sentir como un corazón latía a toda prisa en su interior.
Bora le cogió del hombro y le miró a los ojos. –No importa para lo que crean que fuiste creado. Lo único que de verdad importa de tu vida es para que utilices el tiempo que se te ha dado.
Tras unos segundos de reflexión, A-17 abrazó a Bora y voló tan rápido como pudo tras Oob y Yamcha. Ya no le importaba para qué fue creado y cuál era su misión. De ahora en adelante, él sería el dueño de su destino.





Los rayos caían en Capital City tan copiosamente como lo hacía la lluvia en invierno. Por todos lados, energías salidas de las fauces de los monos gigantes se estrellaban una y otra vez contra el pavimento y los edificios sin dar al blanco al que apuntaban. Y es que la velocidad y potencia del misterioso guerrero que había aparecido en la ciudad había sorprendido a los saiyans que la custodiaban.
Saltando de un edificio a otro, A-16 esquivaba una y otra vez los temibles ataques de los Oozarus. En el instante que uni de ellos destrozó en el que estaba, el androide aprovechó la explosión para saltar hacia él. Cuando el mono gigante le vio salir de entre la polvareda sin ningún rasguño, quedó petrificado.
A-16 sujetó sus manos con sus axilas y descubrió en sus muñecas dos poderosos cañones. Apuntó directamente al Oozaru que tenía delante y disparó.
-¡Hell Flash! –exclamó el androide.
El poderoso rayo de energía atravesó el cuerpo de la enorme bestia formando un gigantesco agujero en su pecho. El saiya se desplomó lentamente y fue revirtiendo su transformación. Antes de tocar el suelo, ya era humano.
A-16 cayó sobre el pavimento y levantó su gesto serio hacia el otro Oozaru que le observaba. Sin darle tiempo a reaccionar, A-16 cogió impulso y se estrelló contra el estómago del gigante. Y al igual que su compañero se desplomó en el suelo.
A-16 se acercó y comprobó que ambos estaban muertos.
-Solo quedan tres –le dijo el androide a la nada.
Entonces, un rayo de energía alcanzó al androide. A-16 fue impulsado contra un edificio y quedó sepultado por los escombros.
-Perfecto –dijo un saiya saliendo de su escondite y hablándole a sus compañeros-, convertíos en Oozaru y enterremos a ese maldito en una lluvia de energía.
Dos saiyans más salieron a escena. El que había hablado lanzó una esfera brillante de energía hacia el cielo y, en pocos segundos, los dos guerreros del espacio se transformaron en Oozarus. Se dirigieron dónde había sido sepultado A-16 y, justo cuando pretendían descargar una terrible lluvia de ki sobre él, un rayo cruzó delante de sus narices.
-Acabad con nosotros primero si tenéis valor –dijo el maestro Mutenroshi a los Oozarus.
-¡Habla por ti, maldito viejo! –le contestó Yajirobay.
Detrás de los saiyans, varios hombres formaban en posición de ataque. Los habitantes del planeta Vegeta desconocían sus identidades, pero la mayoría de sus nombres y rostros eran bien conocidos en la Tierra.
Pamput, Bacteria, Rey Chappa, Sky Dragon, Giran, Coronel Violeta, Punta, Nam, Man-Wolf y un extraño robot posaban junto a los ya mencionados Mutenroshi y Yajirobay y, como no, al lado del gran Satán.
Los guerreros del espacio, al verles, se preguntaron por qué demonios no habían detectado su presencia. El líder Alpha, el único en forma humana, activó su rastreador y comprobó sus niveles preikes. Segundos después se echó a reír.
-Tenéis unos niveles de lucha ridículos. Dignos de vuestra raza. Ahora entiendo porque no os sentimos llegar. No presentáis peligro alguno.
Pero ninguno de aquellos guerreros se vino abajo por aquellas palabras. Ellos sabían que, en cierta manera, eran ciertas. Pero eso no significaba que no pudiesen levantarse y luchar contra sus opresores. No en vano ellos eran los terrestres más fuertes que ahora mismo podían hacerles frente. El destino de su planeta y posiblemente el de todo el universo estaba en sus manos.
-Venid por nosotros, si os atrevéis. Somos las Fuerzas Especiales de Satán. Nadie podrá con nosotros –habló Pilaf con voz atiplada desde el interior de un robot.
-Ya dije que era mala idea traer al enano azul –dijo Yajirobay con resignación.
-Yo, el gran Satán, salvador de la humanidad, he venido a por vosotros, malditos monos gigantes –clamó el héroe más famoso de la Tierra-. Mis guerreros y yo os vamos a sacar a patadas de nuestro planeta.
Y los pocos terrestres que quedaban por los alrededores estallaron en gritos de júbilo.
Los tres saiyans, divertidos, dejaron de prestarle atención al androide y se dirigieron a ellos.
-Cuidado, ahí vienen –dijo Nam mientras se ponía en guardia.
-Tal y como lo hicimos en los entrenamientos –ordenó la coronel Violeta.
-Van a llevarse una sorpresa cuando vean nuestra nueva fuerza –afirmó Pamput con prepotencia.
Uno de los Oozarus empezó a correr y pasó cual apisonadora por en medio de ellos. Los héroes saltaron y esquivaron a la bestia, pero cuando ésta movió su rabo haciendo un barrido, muchos fueron lanzados contras los escombros. Rey Chappa, Punta y Man-Wolf se estrellaron y quedaron fuera de combate durante unos segundos.
-Son demasiado rápidos –maldijo Chappa-. Debí haber entrenado más mi potencial físico y no tanto mi concentración.
-No, ya escuchaste a Karin –intervino el gordinflón Punta-. No teníamos mucho tiempo para entrener y cada uno debía mejorar su mejor arma y complementarnos los unos a los otros.
Rey Chappa gruño. –Tienes razón. Recuperémonos y venzamos a esos saiyans.
Man-Wolf, en forma homínida aún por la luna artificial que brillaba en el cielo, se acercó a ellos. –Si logramos destruir esa esfera de energía, ellos volverán a ser humanos y yo me transformaré en bestia.
-Entonces, hagámoslo –le apoyó Chappa.
Mientras tanto, los dos Oozarus se divertían lanzando rayos por sus hocicos y tratando de pisotear a los terrestres mientras su líder Alpha reía a unos metros de ellos.
-Vas a arrepentirte de esas risas.
El líder Alpha se giró y vio frente a él a Pamput.
-No sabía que los terrestres tuvieseis tanto sentido del humor –respondió con ironía el saiya.
Pamput alzó su puño en señal de desafío. –Tú y yo. Solos.
El saiya abrió los brazos y sonrió. –Cuando quieras.
Pamput se lanzó al ataque y conectó una patada y un puñetazo sobre las costillas y rostro de su enemigo. Se separó un metro y saltó sobre él dándole una patada. La pierna del guerrero terrestre se iluminó de energía e impactó sobre la cabeza del guerrero del espacio. Y éste cayó al suelo, aturdido pero sin demasiado dolor.
-No puede ser –declaró el líder Alpha-. Vuestras energías han crecido enormemente y nuestros nuevos scouters no habían detectado ese poder interior. ¿Cómo lo hacéis?
Pamput sonrió de manera chulesca. –Porque esos aparatos no pueden medir la inteligencia, saiya. Y los terrestres en eso os sacamos mucha ventaja.
-Según la memoria de mi rastreador has pasado de 96 preikes a 844 en solo unos segundos. Es una buena marca, pero insuficiente para ganarnos. Tendrías que multiplicar por diez tu máxima fuerza para poder medirte a nosotros tres.
-Ya te lo he dicho, mono. No nos hace falta fuerza mientras tengamos inteligencia.
Entonces, los ojos del líder saiya se abrieron por la sorpresa. A su espalda, su cola estaba siendo estrangulada por alguien o algo invisible. El guerrero miró hacia atrás, asustado, y vio como de la nada aparecía una chica con el pelo violeta que portaba unos extraños guantes.
-Esa científica tenía razón. Este equipo funciona –dijo la general Violeta-. Me hacen invisible y elevan mi fuerza de combate temporalmente.
Pamput se acercó y vio la agonía en la cara del guerrero del espacio.
-Espero que te hayamos dado una lección hoy, saiya. Jamás subestimes a un terrestre.
Y tras sus palabras de advertencia, Pamput le golpeó su rostro y le dejó inconsciente.
No muy lejos de allí, Bacteria y Nam estaban más que cansados de esquivar una y otra vez las diferentes embestidas de uno de los Oozarus.
-Ha llegado el momento, Nam –Bacteria le eructó en la cara.
Nam frunció el ceño a causa del mal olor. –Prepárate, amigo.
Nam se puso a la espalda del apestoso gigante y le cogió de su cintura. El Oozaru les vio y alargó al brazo para atraparles. Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos, ambos habían desaparecido. Nam y Bacteria habían ascendido hacia los cielos a una velocidad vertiginosa, no solo impropia de un humano, sino también de muchos guerreros de élite.
El Oozaru se reincorporó y echó la vista hacia los cielos con la esperanza de verlos. El sol le cegó de inmediato y reculó unos pasos, perdiendo momentáneamente el equilibrio. En ese estado, la fuerza y resistencia de los saiyans aumentaban sobremanera, pero también lo hacían sus sentidos. Y un mero golpe de sol podía dejarles ciegos, tal y como le había pasado ahora.
Nam y Bacteria aterrizaron en el hombro del mono gigante.
-Esto es cosa mía –anunció Bacteria antes de saltar hacia el hocico.
Una vez allí, metió ambas manos en sus pantalones y se las restregó bien en sus ingles. Después las sacó y las puso justo en la trufa del monstruo.
Y el Oozaru, al olerlas, quedó muy aturdido.
-¡Ahora! –exclamó Nam.
El robot pilotado por Pilaf y su equipo corrió hacia la bestia y saltó hacia su rabo. Lo agarró y, activando la propulsión de la nave, tiró de él hasta arrancarlo. Nam y Bacteria saltaron del monstruo y la transformación del saiya fue desapareciendo. Una vez estuvo en forma humana y antes de que pudiese reaccionar, Sky Dragon se puso frente a él, le golpeó con fuerza el estómago con la palma de su mano y después descargó sobre él más de un millón de golpes en tan solo un segundo. Y mientras el maestro de la escuela del Colmillo Fantasma jadeaba por el esfuerzo, el saiya caía sin vida sobre sus pies.
-Cuando lo ordenes, Chappa –le avisó Punta.
-¡Ahora! ¡Comenzad ahora! –exclamó el místico negro.
Punta corrió al encuentro del Oozaru que quedaba y silbó para llamar su atención.
-¡Ven a por mí, bestia! –gritó para provocarle.
El Oozaru, sin moverse ni un metro de donde estaba, disparó una ráfaga de energía desde su boca. El rayo impactó sobre la barriga de Punta y después salió repelido de ésta de nuevo hacia el saiya, dándole en su rostro y haciéndole rugir de dolor.
Rabioso, el Oozaru corrió a por él. Sin embargo, a los pocos pasos, algo se enredó en sus tobillos y el mono gigante cayó al suelo estampando su cara en el asfalto. Dolorido y con sangrando por su boca, el saiya miró a sus piernas y vio como unas ataduras hechas de goma esposaban sus pies.
-¡Bien hecho, Giran! –le felicitó Punta.
El rey Chappa agitó sus brazos y señaló hacia la luna artificial. Entonces, la esfera empezó a desintegrarse y los halos de energía en los que se convertía eran absorbidos por el místico. El rey Chappa había anulado la luna saiya.
-¡Ahora, Man-Wolf! –vociferó avisando a su compañero.
El licántropo miró al cielo diurno y no vio señal alguna de la luna. En ese instante, su cuerpo empezó a mutar lentamente. Sus brazos se hincharon, sus orejas crecieron y cambiaron de lugar, sus manos se convirtieron en tremendas garras y un pelaje azulado empezó a cubrir toso su cuerpo. En cuestión de segundos se había convertido en un lobo con forma humana.
En contraste, para liberarse de sus ataduras, el tremendo Oozaru que estaba en el suelo se transformó poco a poco en un humano vestido con una armadura.
Man-Wolf miró al guerrero del espacio y arremetió contra él de manera salvaje. La sangre salió despedida por todos lados. Aunque todos los que contemplaban aquella masacre querían el mismo destino para el saiya, aquel ensañamiento estaba siendo demasiado crudo. Sin embargo, ninguno lo detuvo. Todos giraron sus cabezas y rezaron para que aquel acto tan atroz acabase lo antes posible.
-¡Lo hicisteis! –gritó Satán-. Quiero decir, ¡lo hicimos! ¡Por supuesto!
Las Fuerzas Especiales de Satán cruzaron miradas y sonrieron. Todos conocían a Satán. Dejar que él se llevase la gloria e hiciese creer al mundo que todo era mérito suyo era un precio que debían pagar para mantener el equilibrio. Al fin y al cabo, Satán tenía un gran control sobre el planeta gracias a ese carisma y eso ayudaba en mucho a que la Tierra fuese un lugar mejor.
Todos se reunieron en torno a Satán y elevaron sus puños hacia el cielo en señal de victoria.
-Buen trabajo.
El que había hablado era A-16. Los héroes terrestres le miraron y le saludaron con un gesto de cabeza
-¿Cuanto tiempo llevas mirando? –preguntó Chappa.
-Solo estuve sepultado dos segundos –contestó con frialdad-. Pero al veros luchar, decidí comprobar lo útiles que podíais ser.
-¿Y qué te ha parecido, grandullón? –habló Pamput.
-Esos saiyans eran de la clase más baja. La mayoría de los que aún campan por este planeta son mucho más fuertes. -La Fuerza Satán quedó algo deprimida por esas palabras. Al notarlo, el androide esbozó una sonrisa claramente artificial-. Pero lo habéis hecho bien.
Y aunque todos sabían que aquel robot solo trataba de reconfortarles, no pudieron reprimir el sentirse algo más animados.
Entonces, descendiendo de los cielos, tres saiyans más aparecieron en escena. Y los allí congregados palidecieron.
Los guerreros del espacio miraron con horror lo que les había pasado a sus camaradas y después dirigieron sus vengativas miradas sobre ellos.
-Vais a morir, escoria –dijo uno de ellos.
-No podremos contra ellos, maestro Mutenroshi –dijo Nam, exhausto.
-No, esto son claramente más fuertes. Sería como lanzar bolas de papel contra una pared de acero –contestó el anciano maestro.
-¡Retirada! ¡Retirada! –gritó Pilaf mientras conducía a su robot lejos de los monos gigantes.
-Es lo único inteligente que ha dicho el pitufo –Yajirobay se escondió detrás de Mutenroshi-. Y dígame maestro, exactamente, ¿cómo planea librarnos de esta?
Entonces, cuando los saiyans ya caminaban hacia ellos, unas tremendas fuerzas llamaron su atención e hicieron que se confundieran unos segundos. Instantes después, Oob, Yamcha y A-17 llegaron desde los cielos para acabar con ellos.
Y no tardaron en hacerlo.
Ante la atenta y esperanzada mirada de la Fuerza Satán, los tres guerreros se enzarzaron con aquellos asesinos e hicieron una auténtica exhibición. Y por fuerte que eran aquellos saiyans, poco pudieron hacer ante la enorme fuerza de Oob y A-17.
Cuando los héroes lograron vencer a los saiyans, Mutenroshi y los demás fueron a su encuentro.
-Creí que todos habíais sido vencidos –explicó Mutenroshi.
-No todos, maestro –aclaró Yamcha, con una sonrisa de suficiencia.
-¿Os enfrentasteis vosotros a esos saiyans? –preguntó Oob terriblemente sorprendido-. Habíais logrado vencer a muchos...
-No fuimos sólo nosotros –expuso la coronel con desagrado-. Un androide nos ayudó al exterminio.
-¿Un androide? –A-17 estaba desconcertado.
Entonces, de entre ellos salió A-16 y sonrió débilmente a A-17.
-¡A-16! –gritó de alegría A-17 mientras se acercó a él-. ¿Estás reparado de nuevo?
-Sí. Y es gracias a mí.
Bulma apareció montada en una nave y en su mano llevaba dos papeles enrollados.
-¿Tú le construiste? –le preguntó A-17.
-Recibí un mensaje de Trunks desde su máquina del tiempo. Allí me decía que debía reconstruir a A-16 y reprogramarlo para que nos ayudase a combatir una futura amenaza. Me dio los planos y cómo mejorar su base, pero no tuve que cambiar mucho de la psique de A-16. Parece ser que él ya era todo un paladín. Solo le he ayudado a que no tuviese esa obsesión por Goku.
-Y gracias a él la ciudad se ha salvado –explicó Mutenroshi.
-A él y a mí, que he sido quien le ha devuelto a la vida –añadió Bulma, indignada.
-¿Y has dicho que puedes mejorar su base? ¿Hacerle más fuerte aún? –preguntó A-17, intrigado.
-Así es –respondió Bulma con sobrada autoridad-. Pero no hay tiempo de hablar de lo inteligente que soy o de que me lo agradezcáis, aún quedan problemas que solucionar.
Todos se pusieron a su alrededor y escucharon con atención. Bulma desplegó los papeles que llevaba en su mano y enseñó un mapa de la Tierra donde había marcadas seis cruces y otro con una torre dibujada.
-Aquí –explicó la científica-, donde veis las seis cruces, hay torres como la que tengo aquí dibujada. Esas máquinas son las encargadas de robar la energía al planeta y si no las detenemos rápido, destruirán la Tierra en pocos días. Incluso es posible que el daño que han hecho ya sea irreparable.
-Entonces las destruiremos de inmediato –dijo Yamcha.
-Hay un problema –dijo Bulma mientras miraba con extrañeza a Yamcha-. Las torres están custodiadas por saiyans. Además, están protegidas por un extraño sistema de seguridad que las hacen indestructibles. Para acabar con ellas hay que destruirlas las seis al mismo tiempo.
-Entonces, nos separaremos y cada uno se encargará de destruir una – espoleó Yamcha a todo el grupo.
-Eso es –dijo Oob-. Acabemos cuanto antes con ellas.
-Yo os ayudaré – A-17 dio un paso al frente y miró a todos-. Os devolveré el favor por dejarme con vida tras la lucha con Célula.
-¡Bien! –exclamó Bulma-. Entonces será más fácil de lo que pensé. Por un momento creí que A-16 tenía que encargarse de todo y me estaba volviendo loca.
Lo haremos así. Hay seis torres. Una en los glaciares, otra en el desierto, otra en un pueblo muy al Este, en una montaña, otra aquí mismo, en la capital, y la última en mitad del océano. Yo me quedaré arreglando a A-16 y él se encargará de esta. Vosotros tres, Yamcha, Oob y A-17, cada uno id por una y estaremos en contacto.
-Las Fuerzas Especiales de Satán se encargarán de otra –dijo el hombre que les daba nombre.
-Satán, tiene razón –apoyó la general-. No somos tan fuertes para dividirnos, pero entre todos podremos encargarnos de una.
-Aunque nos dejemos la vida en ello –añadió Pamput.
Y todos los miembros de ese peculiar grupo secundaron su comentario.
Bulma, aunque no del todo convencida, asintió. Al fin y al cabo era lo mejor que tenían. Por no decir lo único.
Cuando la científica se disponía a hablar de nuevo, un ruido a unos metros les alertó. De pie y sujetando una enorme bola de ki estaba el líder Alpha que Pamput había dejado inconsciente.
-No dejaré que os acerquéis a esas torres. ¡Voy a destruiros a todos!
Pero antes de que A-17 o algún otro héroe reaccionase, una invocación lejana pero familiar captó la tención de todos.
La voz de una chica entonaba sílaba a sílaba y pausadamente la técnica más famosa del maestro Mutenroshi. Y todos quedaron fascinados.
-¡Red Kamehameha!
Un torrente de energía violenta y roja impactó sobre el saiya. Y pese a que éste se estaba cubriendo, aquel ataque era tan poderoso que poco a poco iba erosionando la armadura y mellando su piel. Y tras un gran resplandor, el cuerpo de aquel saiya quedó desintegrado.
Atónitos, miraron hacia el lugar de dónde aquel rayo había sido lanzado. De pies al borde de un trozo de edificio, tres personas con el sol brillando a sus espaldas les miraban fijamente.
-¿Zaras? –preguntó Mutenroshi, aunque sabía que era imposible.
Las tres siluetas descendieron y sus rostros fueron revelados. Y para sorpresa de todos, ninguno de ellos les conocía.
La que andaba primero era una chica joven de pelo castaño y vestida con un kimono muy similar al de Goku. A su espalda caminaban un bandido tigre y un niño de pelo rojizo.
-¿Quién diablos sois? –preguntó Bulma.
-Me llamo Sinai, soy hija de Zaras –explicó la joven-. Ellos son Marduk Y Zagros –dijo refiriéndose al tigre y al niño.
-¿Quién es Zaras? –preguntó Yajirobay.
Y la chica pareció sorprendida por aquella pregunta.
-Zaras fue una de mis mejores alumnas –expuso el maestro Mutenroshi-. De hecho, fue la última que tuve antes de acoger a Goku y Krilin.
-Nunca nos había hablado de ella, maestro –intervino Bulma.
-La historia de Zaras no es muy agradable de contar –respondió mirando a la chica-. La primera vez que la vi era solo una niña. Apareció en mi isla, metida en un bote. Sus padres habían muerto por culpa de unos piratas que habían atracado el barco dónde viajaban y habían salvado a su hija enviándola al mar. Por aquel entonces, Son Gohan, el abuelo de Goku, venía mucho por mi casa para perfeccionar su técnica y me ayudó a criarla. Al principio todo fue bien, pero poco a poco la niña fue creciendo.
La acogí como mi alumna y junto con Gyumao, padre de Chichi, y Gohan la entrené. Y no me hizo falta mucho tiempo para darme cuenta de que Zaras tenía un potencial enorme.
Pero poco a poco los fines con los que iba aprendiendo se hicieron más oscuros. Ella solo quería mejorar para ser lo suficientemente fuerte para cobrarse venganza. Al advertir ese comportamiento, hablé con ella, pero no quiso escucharme y terminó huyendo. Jamás supe que fue de ella. De algún tiempo en algún tiempo me llegaron noticias de que había entrenado con una escuela u otra, o que había ganado varios torneos de artes marciales.
Nunca la volví a ver, pero supe que había entrenado con los mejores guerreros del planeta y que se hizo muy fuerte. Y un día, sin más, desapareció. Nadie volvió a saber de ella y los rumores de esa guerrera errante dejaron de circular.
Y aunque nunca la olvidé, siempre procuro pensar en otra cosa. Zaras fue uno de mis máximos logros y mi peor fracaso.
-Mi madre siempre tuvo palabras amables para usted, maestro Mutenroshi –le dijo la chica-. Es todo un honor conocerle.
-¿Qué fue de ella? –preguntó con miedo.
Sinai agachó la cabeza y su rostro se tornó sombrío.
Al ver su reacción, Bulma tomó parte de inmediato en la conversación.
-Eres muy fuerte, Sinai. Si no llegas a lanzar ese ataque, ese saiya nos hubiese puesto en aprietos.
La chica recuperó la sonrisa de inmediato. –Gracias. Mi madre me entrenó en esa técnica durante muchos años.
-¿Habéis venido a ayudar? –prosiguió la científica.
-En todo lo que podamos –afirmó ella-. Supimos de la resistencia creada por la Capsule Corporation hace unos días y vinimos de inmediato.
-Todos los que quedamos debemos unirnos –declaró el hombre tigre con voz ronca-. Es hora de echar a esos extraterrestres de este planeta.
-Pues habéis venido al lugar idóneo.
-Estabais hablando acerca de unas torres, ¿no es así? –dijo Zagros.
-¿Estabais escuchando? –Bulma parecía sorprendida.
-Tiene telepatía –dijo Sinai-. Zagros puede oír todo lo que piensa la gente de su alrededor.
-Necesitan a alguien para destruir la sexta torre –dijo el niño mirando a Sinai.
La hija de Zaras miró a su pequeño compañero y después al resto del grupo. –Entonces, contad con nosotros.
-Esto no es un juego –les advirtió Bulma-. ¿Estáis preparados para esto?
-Hemos acabado con dos o tres extraterrestres –ladró Marduk-. Unos cuantos más no serán problema.
-En ese caso, bienvenidos al equipo –les dijo la científica con los brazos abiertos-. Pero mucho me temo que esto no va a ser tan sencillo como acabar con algunos saiyans –continuó con ironía-, las defensas son la clave de esta misión. Si no sincronizamos nuestros ataques, jamás las destruiremos.
Todos se miraron de nuevo y entendieron la importancia de aquel cometido. No solo era para salvar su planeta, sino que ellos eran la esperanza de toda rebelión contra los saiyans. El destino del universo estaba sobre sus hombros.
Pero ante debían descansar y planearlo todo el detalle. No podía haber ningún error en aquel plan.
Todos se separaron y ayudaron a los heridos que había por los alrededores. Debían llevarse a todos los que pudiesen a la Capsule Corporation y curarles allí.
Justo antes de partir, Bulma se acercó a Yamcha.
-De veras te ves muy diferente con ese traje. Me recuerdas a los viejos tiempos.
-Ojalá fuese el de esa época Bulma –dijo el bandido con demasiada pena en su voz.
Los dos se quedaron mirándose a los ojos durante larguísimos segundos sin decirse nada. Pero sus ojos delataban los intensos sentimientos que yacían en su interior y que no se atrevían a pronunciar. Y así, el silencio les ganó la batalla y Yamcha se alejó de ella una vez más.

-Ojalá fuese aquella época, Yamcha –susurró Bulma ahora que nadie le oía.